Innovar consiste en
aportar algo nuevo y aún desconocido en un determinado contexto. Más concretamente,
y según el Diccionario de la Real Academia Española, innovar radica en
introducir modificaciones adecuadas a la moda entendiendo por moda el uso, modo
y costumbre en boga. El manual de Frascati (OCDE, 1992) indica que la
innovación es la transformación de una idea en un producto vendible nuevo o
mejorado o en un proceso operativo en la industria y en el comercio o en nuevo
método de servicio social. En otras palabras, Frascati viene a decir que la
innovación es una idea que se vende.
Con esta breve definición
se pretende insistir en el aspecto comercial de la innovación, en el sentido propio
de la palabra. Es decir, que una idea, una invención o un descubrimiento se
transforma en una innovación en el instante en que se encuentra una utilidad al
hallazgo.
De todo ello se hace eco
la definición dada por Morcillo, que dice que viendo lo que todo el mundo ve, leyendo
lo que todo el mundo lee, oyendo lo que todo el mundo oye, innovar es realizar
lo que nadie ha imaginado, todavía.
Una de las funciones
básicas de un ingeniero en la sociedad actual es la de servir de catalizador
del cambio tecnológico. Entre otras funciones, debe colaborar a que muchos de
los descubrimientos resultantes del proceso de investigación científica y
tecnológica, en su empresa o en otras, en ese momento o anteriormente, se
concreten en el desarrollo de nuevos productos, procesos o servicios que sean
comercializados y utilizados provechosamente en nuestra sociedad. Téngase en
cuenta que un desarrollo tecnológico que no aparezca en el mercado a un coste
que sea asumible por los usuarios a los que va dirigido no conlleva ninguna
mejora real (sólo potencial). De aquí que el conocimiento de los mecanismos
asociados a comercializar un producto en el mercado son esenciales para un
ingeniero.
Podemos hablar de tres
grandes tipos de innovación, si bien la primera de ellas es la de mayor peso debido
a los efectos económicos que produce:
- La innovación
tecnológica comprende los cambios introducidos en los productos y en los
procesos:
* La innovación de
producto consiste en fabricar y comercializar nuevos productos (innovación
radical) o productos ya existentes mejorados (innovación gradual).
* La innovación de proceso
corresponde a la instalación de nuevos procesos de producción que, por lo general,
mejorarán la productividad, la racionalización de la fabricación y, por
consiguiente, la estructura de costes.
- La innovación social
intenta proponer soluciones nuevas a los problemas de desempleo sin trastocar
la eficiencia de la empresa.
La innovación en métodos
de gestión reúne las innovaciones que no se pueden incluir en las dos anteriores
categorías. Son innovaciones como las realizadas en los ámbitos comerciales,
financieros, organizativos, que acompañan, apoyan y potencian la corriente
innovadora de la empresa.
La tecnología constituye
un input para el proceso de innovación del que se obtendrán unos outputs que podrán
transformarse, a su vez, en unos inputs siempre que estos últimos encierren
unas tecnologías que realimenten otro proceso de innovación.
Pero entonces, para llegar
a una innovación, ¿es necesario partir del uso de una nueva tecnología? La respuesta
es no. Un anuncio reciente de General Motors anunciaba el hecho de que sus
coches estaban equipados con una nueva función de seguridad “One Star”, que
enviaba una señal a un servicio de apoyo en carretera si se detectaba que el
coche tenía problemas mecánicos. No hay en ello, ningún desarrollo tecnológico
(la tecnología para ello, existe), ni tampoco ha exigido un proceso de
investigación. Es simplemente, un nuevo uso de una tecnología existente: una
nueva aplicación que a nadie se le había ocurrido (o puesto en marcha con
anterioridad). Requiere, eso sí conocer la forma de hacerlo sin provocar problemas
secundarios (como interferencias), etc. Y eso es innovación.
Toda innovación supone
modificar la situación actual, la forma de hacer las cosas en una determinada organización,
un re-análisis y re-valorización de las actividades anteriores y nuevas. Y eso
afecta a las personas implicadas en el proceso que, algunas veces, se resisten
a aceptar los cambios; algo que, como recoge la cita de arriba, ya se había
observado hace 500 años.
Por otro lado, la
investigación científica y el desarrollo tecnológico conduce normalmente a
procesos de innovación pero:
- La actividad de I+D ni
es suficiente porque si no llega al mercado no hay innovación. En muchos casos,
los resultados de la I+DE no son utilizados nunca.
- Tampoco es estrictamente
necesaria. Parte de los procesos de innovación tecnológica y los que no lo son
no descansan en actividades de I+D sino en una actividad de mejora tras la observación
de deficiencias y posibles soluciones. En algunos casos, eso se produce
trasladando desarrollos de un dominio de uso a otro distinto.
- Una parte de la
actividad de investigación científica no pretende, ni siquiera a largo plazo,
generar ningún proceso de innovación (ni tecnológica ni de ningún otro tipo).
Eso sucede con parte de la investigación básica o la ligada con las
Humanidades. Como ejemplo, un mejor conocimiento de la Grecia clásica no tiene
como fin ninguna innovación (a no ser la generación lateral de unas técnicas
historiográficas diferentes de las empleadas actualmente).
LA
INNOVACIÓN COMO FACTOR DE SUPERVIVENCIA
Han pasado los tiempos en
que una empresa al lanzar con éxito un nuevo producto se posicionaba de manera
duradera como líder en un mercado. Hoy, por el contrario, para seguir eficiente
y consolidar su competitividad, una empresa debe superarse día a día,
intentando mejorar su cartera de productos y encontrar siempre una perfecta
receptividad en el mercado. A veces, es posible que el mercado tarde en reaccionar
ante innovación demasiado revolucionaria y se necesita educar al cliente
durante una larga fase de introducción.
En realidad, no es la tan
aludida compresión de la duración de los ciclos de vida de los productos lo que
pone en peligro el desarrollo de la empresa, sino el hecho de no lograr
elaborar, en un reducido tiempo, el producto capaz de satisfacer las
necesidades actuales del mercado. Es evidente que los avances tecnológicos y
las innovaciones aceleran la obsolescencia de los productos y acortan la vida
de los mismos pero hay que entender estas implicaciones en el marco de unos
procesos dinámicos y no estáticos. Esto quiere decir que las empresas deben
intentar transformar lo que, a primera vista, supone una amenaza en una
oportunidad.
Las empresas que emplean
técnicas avanzadas e incorporan innovaciones con regularidad son mucho más
estables que las que desarrollan su actividad en sectores tradicionales y son
poco o nada innovadoras. Un informe de la OCDE2 señala, a este respecto, que en
EE.UU. un 85% de las empresas pertenecientes a industrias en las que existe un
fuerte imperativo tecnológico siguen en pie tras diez años de funcionamiento
mientras que un 80% de las empresas que recurren a tecnologías convencionales desaparecen
con prontitud al transcurrir sólo dos años de existencia. De esta forma, se
constata que el factor innovador actúa como un criterio de selección y las
empresas que sobreviven son las que hacen una mejor lectura de estos
condicionantes tecnológicos que impulsan el desarrollo de la industria.
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