Los Excéntricos: inteligentes, saludables y necesarios


“Están entre el 10 a 15% más inteligente de la población. Al no reprimir su naturaleza sufren menos de estrés y, por esto, son más saludables. Y si esto fuera poco, los excéntricos son cada vez más necesarios para dar diversidad a las sociedades actuales en extremo estandarizadas”.

Recogiendo colillas de cigarrillos de la calle, cumplía con la orden de su médico de no comprar tabaco para su pipa y, al mismo tiempo, seguía adelante con su hábito. Y si algún neoyorquino le preguntaba al pasar, ¿no es usted el profesor Einstein?, él respondía: "Disculpe, pero siempre me confunden con Einstein".

En este caso, el Nobel de Física se las ingeniaba para dejar tranquilos a los demás y seguir haciendo lo que le placía: fumar y mantener su anonimato. Pero además de esta falta de convencionalismo, otros rasgos muy marcados de los excéntricos son la forma estrafalaria de vestirse o los pasatiempos extravagantes, como coleccionar arañas, reptiles u otras especies exóticas.

Por escapar a la norma, estas conductas causan incomodidad en la gente común, que ven a estos personajes como un poco locos.
La siquiatría, por el contrario, los ve con buenos ojos. Porque además de ser muy inteligentes, se están convirtiendo en un recurso cada vez más necesario para las sociedades, las que son extremadamente estandarizadas y homogéneas.

Imaginemos, tan sólo imaginemos, que estoy paseando por la calle, y de repente me encuentro con un mujer vestida como Cleopatra. ¿Estoy ante una excéntrica o ante una loca de atar?


“Esa es una distinción importante, pero muy fácil de hacer. Si la paseante en cuestión cree que es Cleopatra, está loca; pero si simplemente admira tanto a Cleopatra y su época que le gusta vestirse de esa manera, lo que tenemos es una excéntrica”.

Quien así habla es el Dr. David Weeks, de Nueva Jersey (EE.UU), que se trasladó hace varios años a la ciudad de Edimburgo para hacerse cargo del departamento de Psicología y Psiquiatría del Royal Hospital. Allí dirigió también los estudios sobre el comportamiento en la Universidad de la capital escocesa, y poco a poco se fue metiendo en un tema que acabó fascinándole: la excentricidad. Su afición al mismo acabó cristalizando en un libro titulado “Excéntricos: la investigación científica”, centrado sobre todo en los británicos, ya que Weeks considera su país de residencia como “la cuna de la excentricidad”.

Tampoco es para tanto. La excentricidad se da en todos los países del mundo. Pero ¿en qué consiste?. Según el catedrático de psicología Mariano Yela, una persona excéntrica es “la que es rara, extravagante y anormal”. Entiéndase bien: rara, que se aparta de lo frecuente; extravagante, que se comporta fuera de lo común; anormal, que se aleja de las normas vigentes en el grupo humano o sociedad en que vive”.

Extravagante!!!… Bienvenido al mundo de los “raros”

¿Viste de forma extraña, hace cosas fuera de lugar, va a contracorriente de los demás? Puede ser uno de los pocos pero notables habitantes de este planeta con inconformismo social, felicidad, sentido del humor, inteligencia y creatividad fuera de lo común: un excéntrico. Igual que Dalí, Galileo, Wilde, Picasso, Einstein o Chaplin. Cuando el escritor inglés Oscar Wilde, autor de El retrato de Dorian Gray llegó a Estados Unidos en 1882, un inspector de aduanas le preguntó si tenía algo que declarar y él respondió “nada, salvo mi genio”. Cuando agonizaba en París, pidió el champán más caro y dijo “me estoy muriendo por encima de mis posibilidades”.

Existen y han existido grandes personajes excéntricos entre los que también figuran Galileo Galilei, Pablo Picasso, Albert Einstein, Graham Bell, Isaac Newton, Charles Chaplin y James Joyce.

Retrato de los fuera de serie
Todos estos personajes son raros, no sólo por su conducta e ideas “locas”, pero totalmente cuerdas y más bien situadas en el polo opuesto a la locura, sino por su proporción numérica: se calcula que una de cada 10 mil personas puede considerarse rara o extraña y una de cada 15 mil es totalmente excéntrica.
Todos ellos, además de ser raros en su forma de vivir, trabajar, comer, pensar y amar, eran inconformistas, creativos, muy curiosos, idealistas, inteligentes, se sentían muy felices con sus manías y se interesaban poco en lo que pensaban los demás.

Aunque en verdad suelen hacerse notar porque “se atreven con todo”, estas personas para quienes los raros no son ellos sino el mundo que les rodea, no son necesariamente personajes famosos ni populares o genios, sino sobre todo “diferentes”.

Si usted encaja en la descripción o conoce alguien que reúna esos requisitos, no se alarme: aunque raros, los excéntricos están cuerdos y en el polo opuesto a lo locura, dotados de una lucidez y personalidad que los convierte en la excepción a la regla.

Las claves de la rareza

La sicóloga Laura García Agustín, directora del centro Clavesalud, de España, explica que los excéntricos “tienen comportamientos extravagantes, que se consideran fuera de lugar, impropios e inoportunos, por el contexto, el lugar, el momento o su contenido. Son conductas que la mayoría de la gente no lleva a cabo, ni probablemente haría”.

Son personas que dan importancia y valor a cosas muy particulares, y al no tener en cuenta lo que los demás piensan de su comportamiento, son más libres que quienes dejan de hacer o decir algo por miedo al “que dirán o pensarán”. El excéntrico disfruta efectuando comportamientos raros, comprobando que se fijan en él y sintiéndose el centro de atención y de las miradas.

¿Cómo percibe a sí mismo y al mundo? “El extravagante disfruta con la reacción que provoca, tiene afán de notoriedad y se percibe como alguien especial e interesante y a los demás como mediocres, inferiores o sin especial valor. Para él, el mundo es un saco de oportunidades, ya que suele ser creativo e inquieto, su actividad mental es estupenda, se plantea retos y proyectos y suele tener éxito en lo que se propone”, señala García Agustín.

Según la experta, el rasgo que mejor define a los excéntricos es su inadaptación a las convenciones de la sociedad: es normal que los jóvenes sean inconformistas, pero los excéntricos mantienen su rebeldía e inconformismo toda la vida, aunque los repriman.

El estudio de Weeks

Según el estudio “Eccentrics”, del neurosicólogo británico David Weeks, la excentricidad es una forma peculiar de personalidad que tiene características generalizables y que se podría resumir en dos palabras: inconformismo social.
Weeks descubrió que tanto la vida de los excéntricos del pasado, como la del millar de extravagantes contemporáneos que ha investigado, desprenden la misma sensación de libertad: su secreto es mantenerse abierto como niños a nuevas experiencias.

Según las investigaciones del doctor Weeks, la mayoría de los excéntricos reúnen unas características muy definidas: mantienen un acentuado y notorio inconformismo, son personas muy creativas, tienen ideas y son muy fieles a ellas, están fuertemente motivados por la curiosidad y actúan movidos por el idealismo.
Además, los excéntricos se sienten felices con sus manías y peculiaridades.

No son individuos especialmente competitivos, suelen ser extrovertidos y optimistas, gozan de buena salud, acostumbran interesarse por el arte o las ciencias, originando lo que popularmente se conoce como genios.
Asimismo, los extravagantes son raros en sus hábitos alimenticios y forma de vida, tienen poco interés en los puntos de vista ajenos, y hacen gala de un malicioso y especial sentido del humor. Suelen ser solteros, porque es difícil convivir con ellos.

Las ventajas de ser raro

“Además, a las personas que tienen ciertos comportamientos excéntricos se les suele tratar con más tacto, por lo que se benefician de mejores servicios en general. Siempre y cuando sus excentricidades no perturben a los demás o no resulten especialmente molestas”, señala la experta.
Pero como dice Weeks, no siempre es fácil ser excéntrico, porque implica separarse de la multitud y quienes exhiben personalidades fuera de lo establecido sufren una gran presión social. “Si se es singular y único, la gente se ríe de uno, lo cual hace que el excéntrico se inhiba más y más”. (EFE)

Los excéntricos no necesariamente están trastornados.

Se topó con el caso de un paciente que exhibía una vida y hábitos fuera de lo común, pero que no podía ser diagnosticado con ninguna dolencia mental. Weeks intentó indagar en literatura médica al respecto y encontró que nadie había investigado este tipo de comportamientos fuera de la norma. Así que puso un anuncio en bares y supermercados. Quería conocer más sobre la originalidad del pensamiento, cómo se produce y qué perfil respondía realmente a los excéntricos.
Entrevistó a más de mil personas durante diez años y sus conclusiones no dejaron lugar a dudas. Encontró quince adjetivos que se pueden usar para estas personas: inconformistas sociales, creativos desmesurados, conscientes de sus rarezas sin sufrir por ello, idealistas, y además, más sanos y felices que el común de los mortales.

Y claro, no están locos. Saben lo que quieren, se obsesionan por conseguirlo y no temen la crítica social ni los convencionalismos.

De carne y hueso

Todo esto aparece publicado en el libro que Weeks firmó junto a Jamie James en 1995: Eccentrics: A Study of Sanity and Strangeness.
Casi todos los estudiados eran blancos, de clase media, occidental y procedente de Estados Unidos y Gran Bretaña; solo veinticinco eran afroamericanos.
Un hallazgo curioso fue que estas personas son menos consumistas que el promedio de la población general. Además, observó que menos de treinta individuos de los más de mil que entrevistó eran alcohólicos o adictos a drogas. Y son reconocibles desde la infancia. Desde los ocho años ya se perciben como inconformistas, y hay mucha coincidencia entre niños excéntricos y superdotados.
En concreto, Weeks se aventuró a establecer una estadística: "Excéntricos de tiempo completo se cuentan uno entre diez mil".

Como Marvin Staples, un indio Chippewa de Minnesota que camina hacia atrás porque "esto le hace sentir más joven y lo ha curado de un dolor crónico de espalda y de artritis".

El equipo del Hospital Real de Edimburgo estableció que los artistas y los científicos, adictos a la creatividad, son los perfiles humanos donde se concentra la mayoría de excéntricos. El grupo de los científicos, repleto de inventores, se entregan a ideas tanto brillantes como absurdas. Y aunque no todos los artistas ni todos los científicos son excéntricos, se les tolera mucho más la extravagancia; forma parte de su idiosincrasia y de la creatividad fuera de lo normal, que desarrollan como un don.

La clave de la felicidad

Después de terminar su investigación, Weeks se planteó si realmente acatar la norma era sinónimo de felicidad. Sobre todo, porque estos individuos le demostraron que sus rarezas redundaban en seres más felices y sanos.
¿Lo son porque eligen ser distintos a pesar de los convencionalismos sociales? ¿Es la libertad y el uso de la misma la que redunda en una vida más plena?
Sin duda alguna, piensa Weeks, al igual que Alfonso Chávez, psicoterapeuta y psicoanalista de la Sociedad Psicoanalítica de México.

No obstante, Chávez asegura que la excentricidad se reprime en muchas ocasiones, y cuando esto ocurre, hay más frustración. Weeks reconoce que no es fácil, pues implica separarse de las convenciones y eso genera gran presión social. "Si se es singular y único, la gente se ríe de uno, lo cual hace que el excéntrico se inhiba más y más", añade.
Él mismo ha desarrollado lo que ha bautizado como terapia de pensamiento excéntrico. Su idea es que la gente recupere su yo excéntrico reprimido. Quiere reeducar su sentido del humor (les pone películas de "Buster" Keaton, Abbott y Costello, y otros) y hacerlos conscientes de las bondades de su creatividad y curiosidad. Su objetivo, cuenta él mismo, es que "se interesen por su pensamiento y sean coherentes con él, sin temor", y así, sostiene el investigador, serán más felices.

"Si los excéntricos no dan rienda suelta a su impulso creativo, pueden deprimirse. Es una privación de la mente y el espíritu, más fuerte que la pobreza", escribe Weeks. Y concluye: "Los hábitos impulsados por la cultura popular han generado tanto aburrimiento e ineficacia que haríamos bien si pudiéramos cambiar la codicia material por la curiosidad interior de los excéntricos".

Otro experto, el Dr. Louis J. West, psiquiatra de la Universidad de California en Los Ángeles (EE.UU.), coincide con los beneficios del pensamiento excéntrico.
"El propósito de la terapia de Weeks es hacer libre a la gente, que se cultive la excentricidad como una vía especial de comunicación que necesita la gente para tener más libertad de acción y pensamiento".

Locura con o sin trastorno

Hubo un tiempo en que la extravagancia se asoció con la aristocracia, y predominó sobre todo en el siglo XVII. Muchos tenían trastornos mentales, otros no; sin embargo, quedó patente la máxima de que un loco rico es un excéntrico y un enfermo mental pobre es un loco.

Obviamente, esto no es real. Por encima de clases sociales, la mayoría de expertos coinciden en que excentricidad no es igual a locura. Tanto en uno como en otro caso hay un alejamiento radical de la norma, pero la diferencia entre un neurótico, psicótico u otro trastornado mental y un excéntrico es que los primeros son infelices, carecen de juicio de realidad, padecen fobias, ansiedad y sufren enormemente con sus síntomas. El excéntrico es feliz y, aunque es consciente de su personalidad extraordinaria, está apegado a la realidad y se integra de alguna manera en la sociedad.
Chávez afirma que a veces es difícil establecer la frontera entre ambos, pero los extravagantes conocen el mundo, aunque disientan de él con frecuencia.
Conocen la realidad aunque vivan en un universo propio. Weeks explica: "Estos seres particulares tienden a ser justo lo contrario de quienes sufren desórdenes crónicos de la personalidad. Generalmente disfrutan de buena salud, e incluso su promedio de esperanza de vida es mayor al resto de la población.

Y tienen mucho menos estrés, ya que no sienten la necesidad de acatar la norma". También encontró que hay una respuesta bioquímica que le da la razón.

"Formas positivas de estrés como el sexo, el deporte y el entusiasmo intelectual cuando se tienen nuevas ideas, liberan mayores cantidades de la hormona del crecimiento, que ayuda a mantenernos jóvenes".
En cualquier caso, hay veces en que los rasgos del excéntrico pueden confundirse con ciertos trastornos, como los complejos de Edipo y Napoleón, el síndrome de Peter Pan, desórdenes obsesivos o síndrome de Asperger (un tipo de autismo). Sin embargo, Weeks también ha querido desmontar el mito que vincula creatividad y enfermedad mental: "Por lo que he visto en mi práctica clínica, las dolencias mentales severas interfieren con la creatividad. La gente que es creativa lo es, independientemente de si está o no enferma".

Otros expertos mencionan que hay otros padecimientos, como el déficit de atención, que puede confundirse con un excéntrico en potencia. El psiquiatra Peter Breggin sostiene que muchos niños con este diagnóstico son rebeldes que sucumben ante el sistema de educación, que no busca la convención por encima de la individuación. "Muchos encajarían en el perfil de excéntrico de Weeks", apunta.
Y es que los manuales de diagnóstico están llenos de comportamientos estigmatizados. De hecho, hay regímenes políticos y religiones que permiten más que otras el comportamiento excéntrico. Lo que se considera normal en los círculos liberales de Londres puede ser tachado de locura en alguna tribu de Ruanda, o al revés. Weeks también tiene respuesta al respecto: "La excentricidad florece más donde hay libertad de expresión. Por eso, es difícil encontrar extravagantes tolerados en regímenes represivos o totalitarios, o países donde el conformismo social es el bien más supremo". Un ejemplo es Japón. Allí, afirma, ni siquiera existe la palabra excéntrico, y cuando la traducen lo hacen por criminal o débil.

En definitiva, los excéntricos están encantados de darse a conocer, gusten o no a los demás. No están vacunados contra trastornos mentales ni otras dolencias, pero las padecen en menor medida. ¿Será que habrá que hacer un esfuerzo por practicar la libertad de elección y pensamiento? Agrega un poco de extravagancia a tu vida y observa.

MENOS ESTRÉS
Weeks es autor del libro Excéntricos: un estudio de cordura y rareza, para el cual investigó durante 10 años, haciendo entrevistas a cientos de personas excéntricas en el Reino Unido. Así ayudó a aclarar este rasgo de la personalidad que hasta ese momento era poco estudiado. Por ejemplo, los excéntricos sufren menos enfermedades siquiátricas, como la depresión, en comparación con el resto de la población. También consumen menos alcohol o drogas, visitan 20 veces menos al doctor en su vida y viven ligeramente más que las demás personas. Esto se debería, según este profesional, a que el inconformismo trae beneficios: al no reprimir su naturaleza más profunda, el excéntrico sufre menos estrés.

Gracias a esto, se trata de personas que son, en promedio, más felices y optimistas, con un sentido del humor muy desarrollado y sagaz, una curiosidad infantil y un marcado idealismo que busca mejorar el mundo.

Los excéntricos suelen ser hijos únicos o son el mayor de los hermanos, quienes recibieron de sus padres una formación estricta y crítica. No son niños competitivos ni les gusta jugar en equipos. En su mayoría prefieren la soledad. Son inconformistas y sienten que el mundo funciona a un ritmo distinto al de ellos.

SARDINAS Y DAMASCOS

Se trata de niños muy curiosos, rasgo que pone a sus padres en aprietos. Los hombres comienzan a desplegar su excentricidad alrededor de los ocho o nueve años, mientras que las mujeres pueden hacerse excéntricas a cualquier edad, según Weeks.

De adultos, se caracterizan por alimentarse en forma estrafalaria como consumir damascos y sardinas al desayuno. Al dormir, tampoco son devotos de "mi cama" y suelen dormir donde se encuentren: en un sillón, sobre el escritorio o en el suelo.
Algunos especialistas sitúan a los excéntricos en la antesala del síndrome de Asperger, un tipo de autismo atenuado, donde la persona tiene dificultades para relacionarse socialmente, junto a un interés obsesivo por ciertos temas, en los que llegan a ser sabios. Se ubican en el 10 a 15% superior de los test de inteligencia y, aunque son obstinados en sus opiniones, son también directos y francos.
Los excéntricos pasan por largos períodos de "invisibilidad", con un bajo perfil social, para luego mostrarse en forma llamativa ante los demás. Conocen muy bien sus problemas para socializar y, pese a esto, no soportan hablar "por cumplir" de cosas sin importancia. Para el doctor Weeks, una de las mayores dificultades al realizar su estudio fue diferenciar entre excéntricos y neuróticos. "En términos simples, los neuróticos lo pasan mal porque piensan que no son tan buenos como los demás, mientras que los excéntricos saben que ellos son diferentes y lo disfrutan"

Hay numerosos ejemplos que se ajustan como un guante de latex a esta descripción. Por ejemplo, en un remoto pueblecito escocés llamado Gairloch podíamos encontrar hasta hace algunos años a John Slater. Cuando decidió establecerse allí en lugar de buscar una casa, se instaló en una gruta costera. Allí permaneció 7 años aislado de casi todo el mundo. En ese tiempo escribió poesía y filosofía, y se casó 2 veces. Pero a sus mujeres les resultó imposible compartir su vida, y acabaron separándose. La tercera logró convencerlo para que dejara su morada y se fue a vivir con ella a una casa. Slater siguió el consejo de su tercera mujer, pero aprovechó un terreno cercano a su casa para construirse otra caverna a su medida. Y allí se sigue encerrando, en los momentos en que la vida social se le hace insoportable.

La principal ocupación de Slater en sus años de aislamiento fue escribir. Lo que nos lleva a una de las características comunes a la inmensa mayoría de los excéntricos: su creatividad. “En general, el excéntrico es una persona dotada intelectualmente, muy creativa, con una gran curiosidad, llena de ideas originales, y que se fija un objetivo que intentará conseguir con todas sus fuerzas”, palabras de Weeks. Mariano Yela coincide con esta opinión en muchos puntos: “ inventiva, originalidad y creatividad, inteligencia e imaginación muy altas; emotividad desbordante; sensibilidad exquisita; creencias apasionadas, sobre todo si acompañan de fanatismos; afán incontrolado de destacar; dotes extraordinarias de cualquier tipo”.

Creatividad es la palabra que define a John Ward, habitante de un pueblecito de Londres, inventor de profesión y excéntrico crónico. Del taller que tiene en su jardín han salido sacacorchos a vapor o paraguas hinchables. Pero eso son meras menudencias al lado de una de sus últimas creaciones: el Wogan, un vehículo mezcla de helicóptero y torpedo sobre ruedas.

En la vida de John Ward, el Wogan ha sustituido a su anterior afición: bajar las fachadas de los edificios de su pueblo, disfrazado de elefante rosa. Cada descenso era contemplado por todos los vecinos, y Ward, al llegar abajo, pasaba el gorro y recolectaba dinero para una fundación de ayuda a niños diabéticos. Aquí tenemos otro detalle de la vida de estas personas: su proyección hacia los demás. En palabras de Luis Fernando Crespo “el excéntrico que está dentro de la gama de la normalidad psicológica es una persona con intereses hacia fuera. Se interesa mucho por sí mismo; pero le preocupa también dar muy buena impresión, o una impresión diferente, o ser reconocido. Es una persona narcisista, pero preocupada también por la opinión ajena. Lo cual ya es un interés por los demás”.

El narcisismo mencionado por Crespo está presente en otros 2 excéntricos británicos, que comparten la misma afición: revivir los tiempos pasados de la gloriosa Inglaterra, a través de determinados personajes. Uno es John Russel, autoproclamado descendiente de Robin Hood que, como tal, cuando acaba su jornada en la oficina, se viste como su supuesto antecesor y va a un parque público situado en los terrenos de lo que fuera el antiguo bosque de Sherwood. Allí ayudará a sus semejantes, no robando a los ricos para darle a los pobres, sino con acciones más simples: llevarle a una anciana los paquetes, ayudar a unos niños a cruzar la calle transitada, hacerle la compra a un vecino enfermo…Actos no tan espectaculares como los de su legendario antepasado, pero lo que cuenta es la intención.

El segundo prefiere ser conocido únicamente como Capitán Helliwell. Fue éste un personaje real que, en 1643, tomó partida con las huestes de Cromwell, en la revuelta organizada contra el despotismo de la corona inglesa. El nuevo capitán es conductor de autobús pero los fines de semana cambia su vehículo por un enérgico corcel, que monta vestido en una auténtica armadura de 1643. Así acude puntualmente a su pub favorito, donde el tabernero, de común acuerdo, le sirve la cerveza en una jarra de cuero, como las utilizadas en el siglo XVII. El menú de su comida se ajusta también a las costumbres de la época: pan y queso blanco. Según Mariano Yela, “la persona excéntrica lo es porque no se ajusta a las normas de su grupo o sociedad. Puede serlo porque las normas sociales vigentes no propician, o dificultan, el sano desarrollo de la personalidad”. En el caso de estos 2 sujetos, se han ocultado en la Edad Media, quizá como una manera de escapar de un mundo actual que no les satisface.

¿En qué momento se cruza la línea que separa la excentricidad de la locura?. Algunas actitudes extravagantes incitan a plantearse esa pregunta. Probablemente, más de una persona de las que conocen al profesor Jake se la ha hecho. Nadie sabe exactamente de qué es profesor, pero sí es –como otros excéntricos que hemos visto anteriormente- una persona muy popular, sobre todo entre los niños, que acuden constantemente a su casa para que les cuente historias. Excéntricas pueden ser sus costumbres de llamar todas las tardes, a las cinco, a la reina de Inglaterra – sin que hasta el momento haya logrado obtener comunicación- o de descansar de pie, metido en un ataúd en su jardín. Pero que se pasee por el pueblo llevando un cepillo para perros atado a una correa, y asegurando a todo el mundo que “posee un magnífico pedigrí”, puede parecer demasiado (según Yela, la excentricidad se vuelve un problema “en el momento en que deja de expresar la libre creatividad de la persona frente a las imposiciones deformantes de la sociedad, y se convierte en mero automatismo agresivo y provocador que coarta la libertad del sujeto y lo esclaviza”).

Un excéntrico puede estar o no perturbado. A veces, lo que prueba es que la sociedad en que vive esta perturbada. En el pueblo británico de Hull surgió uno de estos casos; cuando el gobierno informó a varios vecinos de que el trazado de una futura autopista pasaba a través de su jardines, uno de ellos, Barry Nuttat, no se mostró conforme y preparó una original forma de resitencia: transformó su casa en un cuartel general idéntico a los de la Segunda Guerra Mundial, se autoproclamó general y reclutó a sus tropas entre los demás vecinos afectados. No se sabe si fue como consecuencia de esto, pero el trazado de la autopista quedó abandonado. Ya firmada la paz, la casa de Nuttat quedó transformada en un museo viviente de la Segunda Guerra Mundial .De todos los excéntricos recogidos en este post, Nuttat parece ser el único que tuvo una razón concreta para volverse excéntrico.

¿Pero por qué otras razones adopta la gente comportamientos extravagantes?. Según Luis Crespo, “la excentricidad aparece en sociedades opulentas, en las que es más difícil distinguirse”. Y en cuanto a las edades más propensas, los especialistas coinciden en señalar la adolescencia y la vejez. Si en nada es bueno generalizar, en psicología menos. Por tanto, la idea de que todos los genios son excéntricos, o viceversa, debe ser descartada. Aún así, entre los personajes famosos, encontramos un buen ramillete de extravagantes.

Excéntrico fue el tenor Enrico Caruso, que ensayaba en la bañera, mientras un pianista lo acompañaba desde la habitación contigua; o el escritor Charles Dickens, que sólo podía dormir bien si su cama estaba orientada de Norte a Sur; o la reina Cristina de Suecia, que tenía pánico a las pulgas y mando a construir un cañón diminuto para matarlas. George Sand, George Bernard Shaw, Oscar Wilde y Ramón del Valle-Inclán, se hicieron famosos tanto por su talento como por su excentricidad.
Sin embargo, a la hora de hablar de los excéntricos famosos de los últimos años, surge la duda: ¿su extravagancia es auténtica, o mero recurso para mantener su fama?. Salvador Dalí fue el prototipo del artista excéntrico; sin embargo, testimonios de personas que lo conocieron muy de cerca afirman que su imagen tenía mucho de espectáculo para promocionarse a él y a sus pinturas.

Así que ya saben, si intentó sin éxito ser un cantante reconocido, un pintor famoso, un escritor renombrado, o un político creíble, no se aflija. Todavía puede probar vestirse de excéntrico (a falta de talento, la extravagancia puede ser un medio tan bueno como cualquier otro para mantenerse, o estar, en la cresta de ola).


Deja tu Comentario...