Autor: Marcelo dos Santos
En Sueño de una Noche de
Verano, Shakespeare dice que el demente, el amante y el poeta tienen una "imaginación
totalmente compacta", esto es, que no permiten la intromisión del inoportuno
mundo real en sus amadas fantasías. En otras palabras, los tres caen
permanentemente en brazos de la imaginación y son derrotados por su fuerza,
aunque sólo el poeta la aproveche en un acto creativo.
La imaginación es el
fenómeno de experimentar imágenes sin ningún estímulo visual del mundo exterior
que las genere, e incluye complejos procesos corticales que se han pasado los
últimos cien años en manos de los teóricos y los últimos setenta en las de los
investigadores neurofisiológicos. Desde la más remota antigüedad se la
consideró uno de los procesos cognitivos más básicos, al punto que Aristóteles
la definía como el mecanismo principal del juicio y la memoria.
A pesar de que hay más de
diez teorías supuestamente capaces de explicar cómo pueden formarse imágenes en
el cerebro sin la intervención del aparato visual, una de ellas (la de
McKellar) postula la existencia de tres tipos de imágenes mentales: el sueño,
la memoria y la alucinación. ¿Cómo se pueden medir estas imágenes? A través de
distintos procedimientos, los cuales incluyen calcular la "precisión de la
habilidad imaginativa" (que incluye la capacidad de manipular relaciones
espaciales), obligar a los sujetos a llenar una especie de catálogo de sus
imágenes mentales, la comparación entre modelos de pensamiento y el relato de
las experiencias mentales casi sin guía del investigador. También han colaborado
los experimentos con drogas alucinógenas.
Gracias a estas y otras
técnicas, se han hecho evidentes grandes diferencias individuales en cuanto a capacidad
para producir imágenes mentales vívidas, manipular las visiones generadas, etc.
Al cabo de muchos años de estudios, parece ser que las imágenes mentales
cumplen un importante papel en varias actividades psicológicas básicas, como la
memoria, el aprendizaje, la motivación y la creatividad. Algunos investigadores
creen, incluso, que las imágenes cerebrales son críticas en la formación de la autoconciencia
y la adquisición de información acerca de uno mismo. La autoconciencia es, por
supuesto, aquel estado en que estamos usted y yo en este momento, es decir, ser
objeto de la atención de nosotros mismos.
El proceso de formación de
imágenes cerebrales es tan complejo como interesante: el neurofisiólogo Andrzej
Brodziak, de la Universidad de Silesia, Polonia, coloca sus bases
neurofisiológicas en el interior de la mínima unidad nerviosa posible: la
neurona. Explica cómo hace el cerebro para "recuperar" información visual
anterior, esto es, usar la imaginación para formar recuerdos visuales: dice que
hay circuitos recurrentes de neuronas (loops) que almacenan imágenes
anteriores, y que pueden transmitirlas a los circuitos conscientes para evocar
"cuadros" o pinturas de la experiencia pasada. Esas neuronas se caracterizan
por tener "axones retrógrados", esto es, que se dirigen hacia atrás y
no hacia adelante. Tales neuronas pueden ser fácilmente identificadas en
fotografías.
Si es cierto que este
mecanismo puede hacer "aparecer" imágenes antiguas, es muy posible
que toda la imaginación se base en estos circuitos recurrentes: al momento de
imaginar el aspecto de un desconocido, simplemente estas células le
"asignarían" características de personas que conocemos o hemos visto alguna
vez. Esta teoría tiene gran importancia respecto de otras implicaciones: si
toda la imaginación se basa en la experiencia previa, mecanismos tales como la
paranoia dependerían de temores anteriormente experimentados, una fantasía
erótica tendría componentes de antiguos placeres, etc.
Aunque si yo le pido que
se describa a usted mismo lo más probable es que lo haga con palabras, todo indica
que el proceso cognitivo que lo lleva a conocerse es visual, no verbal. Cuando
usted dice "soy un cascarrabias" casi seguro que se está viendo
patear al gato o peleando con sus compañeros de trabajo.
Los trabajos de Turner y
Carver en la década del 70 sugieren que el hombre autoconsciente utiliza exclusivamente
la imaginación como medio de introspección. En otras palabras, no nos conocemos
si no somos capaces de vernos mentalmente.
El psicólogo Suler, en un
trabajo de 1990, propone que "las imágenes sirven como puntos de
referencia internos acerca de la continuidad de la experiencia humana en
relación a sí mismo y a los objetos, incluso a través del tiempo". La
imaginación afecta también procesos físicos: se puede demostrar que la gente
con imaginación activa tiene mejor sensibilidad facial y mejor rendimiento de
sus sentidos, así como capacidades corporales superiores a las del promedio.
Las personas generamos grandes cantidades de imágenes, algunas de ellas
referidas a actividades comunes, otras que son como fotografías de experiencias
pasadas, algunas representan identificaciones con cosas o personas, esperanzas
futuras, etc. Incluso las capacidades propias aún no desarrolladas (y por lo
tanto invisibles al observador externo), el humor y los sentimientos, parecen
tener su correlato visual a niveles conscientes o no.
En el aspecto social, se
ha afirmado que "sólo aquellos individuos capaces de una elevada
imaginación tienen la posibilidad de ponerse en el lugar del otro, de mirar
desde su punto de vista y de verse a sí mismos a través de los ojos del
otro" y, en consecuencia, de sentirse inclinados a actitudes tales como la
compasión o la solidaridad.
Sin embargo, o más
probablemente a causa de esto, las culturas occidentales han perseguido a la imaginación
con todas sus armas disponibles. Durante siglos se han señalado incansablemente
los peligros sociales, morales y hasta clínicos que supuestamente conlleva. A
tal punto que el manual "oficial" de la Inquisición titulado Malleus
Maleficarum dice textualmente: "La imaginación es la tentación
interior".
Si ello es verdad, sería
interesante que la imaginación, como querían aquellos franceses de mayo,
llegara al poder, para sucumbir de lleno a ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario