Casi todos los docentes
muestran una disposición favorable hacia la creatividad. Pero la verdad es que
no todos saben en qué consiste, ni cómo desarrollarla en su aula. A la hora de percibir
su significado y funcionalidad, la creatividad educativa se contamina con la
creatividad del genio, del director de cine, del pintor, del investigador, del
modisto, del empresario con éxito...
En la escuela, como en la
sociedad, coexisten inmadurez generalizada, confusión y valores planos. La ausencia
de profundidad, que coincide con la ausencia de norte, también ha seducido a la
creatividad. A juzgar por los resultados globales, diríase que sociedad y
creatividad, o están desorientadas, o aciertan plenamente en los entornos y
sistemas más claramente egocéntricos. Si se perciben desde la dimensión de la
posible evolución humana, se descubre que han podido perder de vista a la
conciencia. Hacen camino al andar, ciertamente, porque no hay camino. Pero hay
brújula.
Creatividad
superficial
La producción creativa y
los grandes y reconocidos autores de creatividad pueden ser un estorbo y unos taponadores
para la madurez personal y para la propia creatividad. Se deduce de esto que la
creatividad tiene ramas aireadas y raíces ocultas que, de tan presentes, pasan
desapercibidas. Normalmente ocurre que, cuando se aborda este tema, nos
quedamos y nos vamos por las ramas, como hacen las ardillas. No se pretende
otra cosa. Con frecuencia dejan de estar presentes las raíces y el eje del
tallo. En consecuencia, se anhela, se educa y se demanda creatividad
superficial o una creatividad del qué, del cómo, del con qué, del quién, del
cuánto, del cuándo, etc. Las empresas y los sistemas organizados para la
rentabilidad podrían conformarse con esto, pero la educación, ¿cómo puede
conformarse con tan poco?.
El niño de corta edad
aprende, descubre y crea. El resultado es un desarrollo madurativo. En el
adulto, la creatividad no indica madurez personal (J.J. Zacarés, y E. Serra
Desfilis, 1997). Incluso suelen darse casos de alta creatividad y notable
egocentrismo. Cuando esto se da en el profesorado, la enseñanza, la formación y
el desarrollo profesional pueden lastrarse de un modo importante (A. de la
Herrán, e I. González, 2002). Esta ruptura entre creatividad y crecimiento
interior no es compensada por la educación. Pero, si con la educación se
pretende formación, o sea, construcción interior y evolución personal, no le debería
resultar un problema tan lejano.
Creatividad
más plena o total
La diferencia entre la
creatividad superficial y la más profunda, plena o totalizada es que la primera
se ocupa de objetos y se centra en las acciones, mientras que la segunda crea
al propio ser desde un acto autoconsciente. Este crearse precisa una excelente
formación, presencia de conciencia, ausencia de egocentrismo y voluntad
mantenida por mejorar, por ser más para ser mejores. O sea, por y en definitiva
para capturar una visión amplia y generosa, y un intento de crecimiento interno
y de transformación social orientado al mejoramiento de la vida humana. A él
debería apuntar fundamentalmente la educación, porque esto es formar humanidad,
y no tanto otra aspiración menor, quizá más interesante, pero menos útil, como
diría Laotse.
Una clasificación
evolucionista de la creatividad
Para una mejor
ilustración, de lo anterior, distinguiremos entre tres clases de creatividad:
· Creatividad puntual o
espontánea-. Aquella que tiene lugar desde una actuación aislada o incluso casual,
y que no obedece a finalidades conscientes más elaboradas. El término puntual
equivale a relativamente inconexa. Emerge por los conocimientos previos y la
circunstancia. Suele referirse a asuntos propios del presente. Su proceso
básico es el descubrimiento, el hallazgo novedoso. En el mejor caso se califica
como brillante, útil, extraordinaria.
·Creatividad sistémica
o parcial-.Aquella polarizada al interés limitado de un sistema determinado
(personal, ideológico, institucional, etc.), que adopta como referente
prioritario. El calificativo parcial hace referencia a su sesgo inherente y a
la presencia de otras opciones análogas. Gravita en torno al egocentrismo
individual o colectivo. Suele ocuparse de temáticas circunstanciales
planificadas, funcionales y futuribles. Su proceso básico es la productividad.
Desde ella se pretende la creatividad rentable en función del tener más y el
bienestar.
·Creatividad
evolucionista o total-. Aquella que adopta como dimensión fundamental la
posible evolución humana (madurez personal, mejora social, generosidad,
convergencia social, humanización, etc.), y en función de ella coloca los
intereses menores o parciales. La palabra total se refiere al imperativo de favorecer
la evolución humana, individual y colectivamente, considerándola sobre cualquier
otra finalidad particular, sesgada, parcial o sistémica, o colocando en función
de ella la pretensión fundamental de cualquier otra.
Esta aspiración no es una
dualidad más, no se opone a ninguna, porque puede resultar englobadora de toda
opción parcial. Tiene lugar desde una autoconciencia más compleja. Suele
ocuparse de cuestiones perennes, no propias de espacios y plazos determinados.
Su proceso básico es el trabajo para el crecimiento mental (A. Blay
Fontcuberta, 1992). Su realización es la mejora social, en términos de ser más (P.
Teilhard de Chardin, F. Rielo, J. Muñoz) para ser mejores (M. Gascón).
Cada modo engloba al
anterior, no lo relega o menosprecia. Por eso, un marco de referencia sistémico
puede servir de referencia a las acciones creativas puntuales, y unas
coordenadas para la evolución humana pueden aprovechar mejor el potencial
constructivo de una determinada rentabilidad. Dicho de otro modo, los objetivos
de bienestar, propios de la sociedad en que vivimos no son incompatibles con los
de ser más o más ser, aunque éstos correspondan a otra sociedad, más
evolucionada, que aún no ha emergido.
Conclusión
Hacia una formación
creativa humanizadora autoconsciente. Cuando tratamos de creatividad, se suele producir
un error fundamental, que de tan evidente, pasa desapercibido. Y es perder de
vista la posible evolución humana como variable teleológica de la creatividad
misma. O sea, reconocer que, sin este para qué expreso, el estudio y la
práctica de la creatividad-sin-más es un sinsentido, desde un punto de vista educativo,
o incluso pudiera llegar a ser silenciosamente peligrosa.
La destacada profesora N.
Álvarez Aguilar, de la Universidad de Camagüey (Cuba), solía decir que la Didáctica,
o es en valores, o no es didáctica. Éste es el espíritu del mensaje que
queremos transferir a lo que nos ocupa: O la creatividad es evolucionista, o
puede considerársela como inferior, superficial, egocéntrica, vulgar, aunque
sea excepcional, por sus resultados o por su resonancia.
El hecho que desde las ciencias
de la educación, y concretamente desde la didáctica, el currículo, la innovación,
etc. apenas se traten cuestiones esenciales o básicas para la formación humana,
como el ego humano, la madurez personal y social, la conciencia humana, el
autoconocimiento, la humanidad, la universalidad, etc., está contribuyendo a la
validación de unas personalidades fragmentarias, superficiales, duales y
egoístas, sobre las que una creatividad desligada de su proceso de
interiorización puede culminar una educación desenfocada. Estas personas
estarán muy preparadas para la vida, pero menos dotadas para hacer del proceso
de evolución, que les transciende, algo siempre más humano. Agustín de la
Herrán Gascón es Profesor titular de Didáctica y Organización Escolar de la Facultad
de Formación de Profesorado y Educación de la Universidad Autónoma de
Madrid.
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