Autor: Rodrigo
Luna
El azar y la
casualidad llegan a convertirse en verdaderos aliados de la creatividad, pero
es un error darles demasiado crédito. Muchos hallazgos o descubrimientos se
producen gracias a alguna circunstancia imprevista que se cruza sorpresivamente
en el camino. Un ejemplo clásico es el descubrimiento de la penicilina
realizado por Alexander Fleming en 1928. La historia cuenta que Fleming
advirtió que un disco de cultivo de bacterias había sido invadido por un moho
proveniente de unas esporas que entraron por la ventana del laboratorio. En
torno al moho había un círculo de bacterias reventadas que le permitieron reconocer
un hongo llamado penicillium notatum, de donde obtuvo finalmente un concentrado
activo que llamó penicilina.
En este caso
el buen tiempo y una ventana abierta jugaron un papel protagónico, pero sería
torpe no reparar en que Fleming era bacteriólogo y llevaba más de diez años
investigando estas materias. Sin considerar que durante todo el siglo anterior
otros especialistas habían advertido que los hongos de la familia del
penicillium mataban los gérmenes, sin que ninguno llegara al mismo resultado.
La biografía de
Fleming
recuerda otro hecho ocurrido seis años antes, que habla de su particular
sensibilidad como investigador.
En esa
oportunidad una lágrima suya cayó accidentalmente en un cultivo permitiéndole
hacer el descubrimiento de una enzima llamada lisozima. Horace Freeland en un
brillante capítulo sobre el azar en la ciencia, luego de revisar una serie de
casualidades célebres, concluye: "Todos estos casos de descubrimiento por
azar se han contado muchas veces como anécdotas. Pero rara vez se tocan las cuestiones
que ellos sugieren del juego recíproco de las circunstancias incidentales con
la madurez del problema en su momento; de la relación del individuo con la
comunidad científica y acerca del tipo de preparación que sensibiliza la mente
o los patrones de ideas, pruebas conocidas y prejuicios que facilitan o dificultan
el aprovechamiento del azar", (1984: 73).
La palabra
serendipia aparece de tanto en tanto en la literatura sobre creatividad, y está
destinada a definir la facultad de hacer descubrimientos o hallazgos
afortunados de un modo casual, inesperado o accidental.
Tiene también
el sentido de encontrar una cosa mientras se busca otra. Esta palabra fue
introducida en
1754 por el
escritor inglés Horace Walpone, con el objeto de describir algunas de sus
propias creaciones.
Se basó en un
cuento de hadas titulado Los Tres Príncipes de Serendip, que relata las
aventuras de unos personajes que habitualmente usaban su sagacidad para hacer
descubrimientos no planificados.
Algunos
ejemplos de serendipia son los siguientes:
* Una avería
de una máquina llevó a un descubrimiento astronómico realizado por James
Christy en un observatorio de los Estados Unidos durante 1978, en momentos en
que se encontraba midiendo las características orbitales de Plutón. Christy
había colocado una placa fotográfica con una imagen de
Plutón en un instrumento
llamado explorador estelar. En seguida advirtió una ligera protuberancia que interpretó
como una falla, de modo que decidió descartar la fotografía. En ese instante la
máquina comenzó a funcionar mal y se vió obligado a recurrir a un técnico. Este
le solicitó que permaneciera a su lado mientras efectuaba la reparación, pues
pensaba que podría necesitar su colaboración. Aprovechó ese tiempo para
estudiar nuevamente la fotografía y como resultado resolvió mirar en los
archivos algunas imágenes anteriores. Encontró una imagen rotulada:
"Imagen de Plutón alargada. Placa defectuosa. Rechazada". Esto
estimuló su interés y terminó encontrando seis imágenes rechazadas entre 1965 y
1970 que mostraban al mismo bulto. Sus estudios posteriores mostraron que éste
era en realidad una luna de Plutón. Si la máquina no se hubiese estropeado y el
técnico no le hubiese solicitado permanecer con él, probablemente el
descubrimiento no se hubiese producido en ese momento.
* George de
Mestral observó su chaqueta cubierta de esos pequeños cadillos llamados
"arrancamoños" luego de un paseo por el campo. Cuando comenzó a
quitarlos se preguntó por qué se adherían tan tenazmente. Su curiosidad le
llevó hasta el microscopio para conocerlos más a fondo. Descubrió que estos
incómodos parásitos poseen numerosos ganchos dotados de una forma particular,
que los hace adherirse muy eficientemente en otras superficies igualmente
irregulares. Pensó que sobre la base del mismo principio podría concebirse un
sistema de cierre que fuese práctico y firme. Todo esto ocurrió en
Suiza a
comienzos de los 50. Lo que sigue es historia conocida, hoy el cierre velcro
está en parkas, zapatillas, equipos médicos, bolsos, carpas, etc. El nombre
elegido deriva de velvet (terciopelo) y crochet
(enganche).
* El joven
Charles Goodyear estaba decidido a fabricar caucho sintético resistente a los
cambios de temperatura, esperando que tuviese multitud de aplicaciones. Este
empeño devoró su salud y sus escasos recursos económicos, al extremo de caer a
la cárcel en varias oportunidades. Llegó a depender de sus familiares para
comer y vestir, pero no abandonó su propósito. Después de muchos intentos sin el
resultado esperado, ocurrió un hecho fortuito. Se encontraba combinando azufre
y caucho, cuando accidentalmente una porción de la mezcla cayó en una cocina
caliente. Para su sorpresa el caucho no se fundió, sino que se carbonizó
lentamente. Goodyear inmediatamente comprendió el significado de este
accidente. Mediante pruebas adicionales determinó la temperatura óptima y el
tiempo preciso para estabilizar el caucho. En 1844 obtuvo la patente por un
proceso que denominó vulcanización en homenaje a Vulcano el herrero de los
dioses.
* El óptico
holandés Juan Lippershey, dedicado a la construcción de cristales de aumento,
recibió el encargo de fabricar dos espejuelos esféricos, uno cóncavo y otro
covexo. En un día de 1606 sus hijos que solían acompañarlo en el taller
cogieron ambos lentes y miraron a través de ellos superponiéndolos.
Enfocaron
hacia el gallo del campanario de una casa vecina y con asombro vieron que éste
aumentaba su tamaño. Lippershey al repetir la operación no pudo reprimir un
grito de alegría. Sus hijos habían hecho un hallazgo de apreciable valor.
Mostró su descubrimiento a una comisión oficial de su país y pidió apoyo para
perfeccionarlo en un lapso de treinta años. Producto de su entusiasmo y
capacidad logró unir ambos lentes mediante un armazón en sólo dos años.
Nacieron así los primeros gemelos y luego los anteojos tal como los conocemos.
Como éstas hay
serendipias para todos los gustos: La ley de gravedad, la batería eléctrica y
el electromagnetismo, la vacuna, la fotografía, el celuloide, la insulina, la
píldora anti conceptiva, el cristal de seguridad, el teflón, la aspirina, los
copos de maíz, los post-its, y algunos descubrimientos arqueológicos entre
muchas otras, (Roberts, 1992). Todos estos episodios revelan un aspecto a la
vez anecdótico y decisivo de los procesos creativos, pero nada justifica una
percepción simplista que entregue todos los méritos a la casualidad. Los mismos
ejemplos anteriores muestran la preparación, dedicación y esfuerzo que son
necesarios para llegar a un buen resultado, aún con la ayuda de la casualidad.
Está claro que las oportunidades derivan en actos creativos sólo cuando alguien
las aprovecha.
Existen muchas
áreas de actividad en las cuales es virtualmente imposible hacer una
contribución creativa, sin una adecuada acumulación de conocimiento y sin
formación intelectual. Se ha insistido en que un mundo simultáneo y cambiante
no requiere tanto de la acumulación como de ciertas capacidades personales. Eso
no está en discusión, pero el que la mera acumulación de conocimientos no tenga
valor, no significa que disponer de conocimientos sea inútil. En la actualidad
debemos acostumbrarnos a considerar nuestros conocimientos como huéspedes de
paso, pero jamás debemos dejar de ser hospitalarios. Sternberg y Lubart
formulan un planteamiento respecto al papel del conocimiento en la creatividad,
sobre la base de cinco puntos:
1-. El
conocimiento ayuda a producir obras innovadoras en dominios particulares, en
tanto que la ignorancia tiene el peligro de reinventar la rueda.
2-. El
conocimiento fomenta la creatividad y permite tener una posición para ir con
mayor seguridad contra la corriente.
3-. El
conocimiento favorece un trabajo de calidad, transformando ideas iniciales en
resultados creativos.
4-. El
conocimiento en su forma práctica permite concentrar los recursos en las nuevas
ideas y no en ideas básicas.
5-. El
conocimiento puede ayudar a observar y utilizar los acontecimientos fortuitos
como fuente de creatividad, (1997).
La trama de la
creatividad supone siempre distintas relaciones. El azar no es nada sin alguien
que le dé significado y el conocimiento es infértil cuando no existe suficiente
empuje. Louis Pasteur decía: Ala casualidad sólo favorece a los espíritus
preparados@, y Tomás Alva Edison afirmaba: AEl genio consiste en un 2 % de
inspiración y en un 98 % de transpiración@, agregando que el genio es una larga
paciencia.
Estas
sentencias han sido una y otra vez respaldadas por la biografía y testimonios
de los grandes creadores, y por la investigación en el campo de la creatividad.
Siendo anciano
Solón de Atenas escuchó de labios de su sobrino una encantadora poesía de Safo
y pidió al muchacho que se la enseñara. Al preguntársele por qué se esforzaba
tanto a su edad respondió: "Para aprenderla antes de morir. Envejezco
aprendiendo muchas cosas". Joan Miró a lo largo de noventa años produjo
cerca de dos mil pinturas al óleo, quinientas esculturas, cuatrocientos objetos
de cerámica y cinco mil dibujos y collages, además de unas tres mil quinientas
imágenes plasmadas en litografía, aguafuentes y otros soportes. B. F. Skinner
tenía una rutina de trabajo que lo mantenía en pie desde la madrugada, escribiendo
tres horas diarias incluyendo sábados y domingos, junto con toda su actividad
académica habitual. Luego de jubilar en 1974 todavía escribió cuatro libros y
dictó numerosas conferencias, la última ocho días antes de morir. Pablo Picasso
dijo una vez: "Tardé cuatro años en aprender a pintar como Rafael y toda
una vida en aprender a pintar como un niño". Iván Pavlov escribió en su
carta a la juventud:
"La
ciencia exige del hombre toda la vida, y si ustedes tuvieran dos vidas no les
serían suficientes. La ciencia es una gran tensión y una pasión inmensa".
La creatividad
no es un logro gratuito. Ejemplos como éstos son abundantes, incluidos los
resultados de la investigación científica. En el conocido informe de Anne Roe,
en el que se examina la vida de sesenta y cuatro científicos creativos, no se
encontró ninguna característica común salvo su absoluta dedicación al trabajo.
Esta psicóloga escarbó profundamente en la biografía de veinte biólogos,
veintidos físicos y veintidos cientistas sociales, en la búsqueda de cualquier
elemento ralacionado con sus historias vitales, que permitiera determinar como
sucede la Afabricación de un científico@. Encontró una enorme diversidad en
casi todos los aspectos, de modo que no pudo establecer ninguna generalización
precisa. Solamente pudo concluir:
"La única cosa que todos estos sesenta y cuatro científicos tienen en
común es su absoluta dedicación al trabajo. Ellos han trabajado largas horas
por muchos años, frecuentemente sin vacaciones, porque se encontraban mejor
haciendo su trabajo que cualquier otra cosa", (1972).
El estudio más
reciente de Howard Gardner, dedicado a las vidas de Sigmund Freud, Albert
Einstein,
Pablo Picasso,
Igor Stravinsky, T. S. Eliot, Martha Graham y Mahatma Gandhi, revela que cada
uno de estos creadores llegó a tener un compromiso absoluto con su trabajo. Con
el objeto de garantizar condiciones óptimas de trabajo los creadores sacrifican
sus relaciones personales, incluso destruyendo relaciones muy cercanas. Gardner
llama a este fenómeno pacto faústico, y lo interpreta como una variación del
que Goethe consagró en la literatura entre Fausto y Mefistófeles. Sostiene que
el tipo de pacto puede variar, pero la tenacidad con que se mantiene es la
misma. Estos pactos no son presentados como tales, pero se manifestan bajo la
forma del ascertismo, el aislamiento, el celibato o la ausencia de relaciones
estables. Es como si todo debiese estar subordinado a una misión creadora
superior, (1995).
Por último,
casi medio siglo después del informe de Anne Roe, la investigación de
Csikszentmihalyi que consideró noventa y un individuos destacados por su
creatividad en diferentes campos, obtiene conclusiones complementarias:
"Hemos visto que, entre los rasgos que definen a una persona creativa, son
fundamentales dos tendencias opuestas de alguna manera: una gran curiosidad y
apertura por un lado, y una perseverancia casi obsesiva por otro", (1998).
No hay comentarios:
Publicar un comentario