La creatividad y la
capacidad de innovar, involucran a todas las dimensiones del ser humano
(cognitiva, emocional, conductual, corporal, instintiva, trascendental, ética,
relacional, social, cultural...). Algo que va más allá del “pensamiento
creativo” o la “solución creativa de problemas”.
Es, no sólo la generación
o producción de ideas sino también la evaluación y desarrollo de aquello que generamos.
El resultado del acto creativo ha de ser, en mayor o menor medida, original,
desconocido, distinto o inusual, y además, satisfactorio, útil, adaptado, que
nos resuelve un problema o nos ofrece un beneficio. Es decir, aunar novedad y
valor, no es sólo “pájaros en el aire” sino también “castillos en la tierra”,
es aquello que hace realidad la fantasía.
Como metáfora nemotécnica,
propongo relacionar los cuatro elementos con aspectos o momentos que se
dan en el hecho de crear:
* Aire (Generación
– Producción).
Es cuando generamos ideas,
es el espacio para la imaginación, la fantasía, donde se da permiso al error, a
lo descabellado. Es la parte de la lluvia de ideas (brainstorming) en la que se
suspende el juicio.
* Agua (Evaluación
– Duda).
Evaluamos aquellas ideas
que hemos generado, valoramos sus riesgos y potencialidades, descartamos las
que no nos sirven (al menos de momento), las reorganizamos en torno a
“conceptos” o familias semánticas, priorizamos.
* Tierra (Concreción
– Desarrollo).
Materializamos aquello que
hemos ideado, es el proceso de realización de lo que hemos imaginado, de construir
un producto (tangible o no). Un proceso que puede ser largo (“La creatividad es
un 1% de inspiración y un 99% de transpiración” como decían Thomas Edison y
Johan Wolfgang Von Goethe).
* Fuego (Motivación
– Deseo).
Y por supuesto el motor de
todo el proceso, la emoción, la pasión, las ganas de crear.
Todas las personas poseen
capacitaciones relacionadas con los cuatro elementos aunque podemos tener mayor
tendencia o facilidad para uno u otro.
Por ejemplo, hay personas
que generan muchas e ingeniosas ideas pero que nunca las llevan a cabo, otras,
en cambio, son eficaces para materializar algo a partir de cualquier idea que
escuchan. Las hay que pueden embarcarse, empleando mucho tiempo, energía y
dinero, en un proyecto poco o nada viable por no haber realizado una buena
evaluación, de igual manera que otras pueden perder la oportunidad de una gran
creación por no haberse atrevido a darle continuidad. Hay también quienes con
una gran motivación suplen cualquier carencia que tengan en otros
aspectos. Por supuesto, en el acto creativo se suelen dar todos esos
elementos de forma difícil de diseccionar, en espiral, con idas y venidas de
uno a otro y, frecuentemente con mezclas entre ellos. No obstante cabe recordar
la importancia que tiene separar conscientemente (al menos en los momentos que
decidamos), cuándo estamos generando ideas de cuándo las estamos evaluando. De
no ser así, no permitimos que se dé la desinhibición suficiente, el “vuelo”
necesario para establecer conexiones, analogías, poco usuales que nos
permitan una idea luminosa.
Por ejemplo, si hacemos
una lluvia de ideas en grupo, no permitamos durante la fase de producción expresiones
como “eso es imposible”, “eso es absurdo”, “trabajemos seriamente”, “qué
tontería” o risitas irónicas que lo que consiguen es bloquear el clima
grupal, desalentar el esfuerzo de escape de lo obvio y que el grupo
quede aferrado a lo “factible”, abortando el viaje al absurdo necesario para
dar con pepitas de oro. Apuntemos todas las ideas por descabelladas que
parezcan. Más tarde ya pondremos la cautela al evaluarlas.
Paradójicamente, el saber que habrá una buena evaluación de las ideas que
generemos, nos libera para volar más imaginativamente.
1 comentario:
ta weno :v
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