La escuela y el desarrollo del Talento Creativo.



Se examina la importancia del desarrollo del pensamiento creador a través de los resultados obtenidos en numerosos estudios e investigaciones realizados por la autora. Se ataca el concepto que la creatividad es una especie de “don” que está presente en individuos privilegiados o que depende sólo de características del propio individuo. En cambio se destaca la importancia del papel de la educación y de la sociedad en el reconocimiento y desarrollo de la capacidad creadora.

La estimulación temprana para desarrollar durante la infancia condiciones que resalten lo que cada niño tiene de mejor, identificando talentos, despertando intereses, reconociendo potenciales y cultivando rasgos positivos de personalidad son primordiales para el crecimiento psicológico. Se enfatiza la importancia del papel que desempeñan el docente, la escuela y el entorno familiar y social. El trabajo sugiere alternativas concretas para encarar acciones efectivas y presenta resultados de experiencias obtenidas en actividades de capacitación para educadores.

Una parte significativa de los años más preciosos de la vida de una persona se desarrollan en la escuela y en función de ésta. Los niños llegan a la escuela cada vez más temprano, predominando la expectativa que —desde el inicio— ahí encontrará como son las condiciones adecuadas para su pleno desarrollo y el espacio para el reconocimiento y expresión de sus potencialidades y talentos.

Existe consenso entre los expertos que se han referido al talento, que la creatividad es un recurso precioso del que dispone el hombre y el cual requiere ser cultivado, particularmente en el momento actual de la historia cuando el cambio y la incertidumbre parecen formar parte de investigaciones que en torno a la creatividad hemos venido desarrollando durante más de veinte años, surgen un conjunto de datos que apuntan para dos vertientes claramente diferenciadas. La primera se refiere al enorme desperdicio del potencial creativo humano como consecuencia de varios factores. De ellos debemos hacer referencia al contexto de la enseñanza predominante en la gran mayoría de las escuelas de muchos países, el cual tiende a reducir la creatividad del alumno por debajo del nivel de sus reales posibilidades.

Es común que —por razones diversas y complejas— la educación adopte características de castradora, opresora, excesivamente volcada hacia el pasado, con un énfasis exagerado en la reproducción y memorización del conocimiento, que no se proyectó aún en el futuro, que poco ha hecho en el sentido de preparar al alumno para solucionar creativamente problemas y para enfrentar los desafíos que acompañan una era marcada por rápidas transformaciones, incertidumbres y turbulencias.

Es una educación que estimula el miedo de equivocarse y de fracasar, que refuerza el miedo al ridículo y a la crítica, que ve en la fantasía una pérdida de tiempo, que cultiva una actitud negativa en relación con el comportamiento de arriesgar y de crear, y que deja de lado el extraordinario recurso de nuestra imaginación. Más aún, es una educación que tiende a resaltar, antes que nada, la ignorancia, la incompetencia, la incapacidad del alumno, dejando de lado lo mejor que cada niño, cada adolescente, cada adulto tienen de sí.
Predomina una visión pesimista de los recursos casi ilimitados de nuestra mente, de nuestra capacidad de crear, de nuestra capacidad de proponer nuevas ideas y de vislumbrar nuevas posibilidades y opciones delante de los problemas y desafíos. Entre los numerosos autores que se han referido a las limitaciones de la escuela en el proceso del desarrollo del potencial del hombre, sobresale Holt (1968), que apuntó: “La mayor parte de los niños fracasan en la escuela porque no desarrollan más que una parcela ínfima de su tremenda capacidad para aprender, comprender y crear, con la que nacieron y de la que hicieron pleno uso en sus dos ó tres primeros años de vida”.

También Isaac Asimov (1989), quien se destacó por una producción extraordinaria (escribió más de 400 libros, además de haber sido profesor de Bioquímica en la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston, en los EE.UU.), presenta una analogía interesante entre la creatividad y el dominio de la lectura y escritura, para expresar esta concepción errónea y limitada, que predomina aún en este final de milenio sobre la capacidad del hombre para hacer uso de su potencial creador. Destaca Asimov que, hace algunos siglos, la escritura y la lectura eran privilegio de unos pocos, imperando la creencia de que leer y escribir eximplejas y de un nivel tan elevado, que solamente algunos pocos cerebros afortunados pondrían adquirir tales competencias. De forma similar, continúa Asimov, en la actualidad pocos hacen pleno uso de su potencial creativo, preponderando la creencia de que la creatividad es una prerrogativa de algunos pocos privilegiados, que nacieron con el don de la creatividad.

La segunda vertiente, obtenida de nuestros datos, es que existe la posibilidad de cambiar ese panorama y hay varios caminos posibles para esto. Nuestras investigaciones —especialmente en el área de programas de desarrollo de la creatividad— llaman la atención sobre cambios factibles de realizarse, por ejemplo, en la actitud de los maestros en clase luego de haber participado en un programa de creatividad que tiene como uno de sus objetivos fundamentales el “despertar” al participante sobre su potencial creador, sea el maestro, el alumno o el profesional de un área cualquiera, concientizándolo de sus habilidades creadoras, habilidades éstas que muchos de ellos ignoran y que hasta niegan.

Otros objetivos de este programa se refieren al desarrollo de una actitud creativa y la presentación de recursos para el aprovechamiento de las potencialidades creadoras, incluyendo el dominio de técnicas de resolución creativa de problemas y de toma de conciencia de los propios bloqueos emocionales, que actúan como factores inhibidores.
Algunos de nuestros estudios llaman también la atención sobre el papel del maestro, su influencia y poder, tanto como elemento facilitador del desarrollo y de la expresión de la creatividad, como elemento bloqueador de las posibilidades de crecimiento del alumno. Como es de conocimiento general, el maestro puede por un lado despertar el interés del alumno sobre un asunto o área de conocimiento, y por otro lado llevarlo a odiar una determinada materia. Puede concientizar el alumno de sus talentos y posibilidades, o minar su confianza sobre su propia capacidad y competencia. Puede contribuir tanto para la formación de un autoconcepto positivo, como por el contrario, para la formación de una imagen negativa de si mismo, llevando al alumno a cerrarse sobre los recursos de su imaginación y capacidad de crear.
Nuestros estudios tienen varias alternativas para aprovechar mejor el potencial creativo y para identificar varias dimensiones del comportamiento humano, como el afecto y lo lúdico, ambas de vital importancia y que deben de ser tomados en cuenta con más cariño por todos los que estamos comprometidos en un proyecto mayor de educación, que soñamos y que luchamos por un futuro más promisorio para nuestros niños y nuestra juventud.

Es nuestro propósito en este trabajo, compartir algunos datos obtenidos en investigaciones vinculadas con la creatividad, empezando con un estudio que indagó, entre otros aspectos, la percepción del alumno en relación a su propio nivel de creatividad con el nivel de sus colegas y de sus maestros. Es relevante destacar que uno de los motivos que nos llevó a interesarnos por este aspecto fue el gran número de investigaciones psicológicas que sistemáticamente han destacado que uno de los determinantes más poderoso del comportamiento humano es la percepción que la persona tiene de sí.

Se sabe que si la persona se percibe como competente e indudablemente capaz, esto se reflejará en su actitud. La persona seguramente experimentará más, correrá más riesgos, tendrá más seguridad en expresarse y en explorar nuevas posibilidades. Por otro lado, en el caso de percibirse como incompetente, como incapaz, como poco creativa, eso también afectará su comportamiento, orientando sus pensamientos y acciones en el sentido de confiro, el hombre siempre busca una congruencia entre la percepción de sí mismo y su manera de actuar. De igual manera otro indicador que influyó en interesarnos por esta cuestión, se vincula con las afirmaciones que escuchamos frecuentemente por parte de niños, jóvenes y adultos, indicando que tienen una visión bastante limitada de sus propias competencias, aptitudes y habilidades, como ejemplo: todo lo que hago está equivocado; yo no consigo aprender; ya nací así, de este modo y de nada me sirve seguir intentándolo; yo sé que no soy capaz; no soy nada creativo ni emprendedor.

De hecho, hemos podido constatar en una investigación (Alencar, 1993b) con estudiantes del nivel secundario (N=61), de escuelas oficiales y particulares, con edades en torno de 16-19 años, que gran parte de los alumnos se consideraban a sí mismos como poco o muy poco creativos, y era muy reducida la muestra de los que se percibían como bastante o muy creativos. Nos llamó la atención el hecho de que aún alumnos que habían presentado un desempeño elevado en pruebas de pensamiento creativo se autoevaluaban como siendo poco creativos.
En lo que se refiere a la evaluación hecha por estos alumnos sobre el nivel de creatividad de sus maestros, se observó que fueron considerados como aún menos creativos que ellos mismos y sus compañeros de clase. Esto sucedió particularmente entre alumnos de escuelas privadas y menos entre estudiantes de escuelas oficiales, aunque también estos percibieran a sus profesores como menos creativos que ellos mismos. Observamos también en este estudio por los datos recogidos en entrevistas, que los alumnos siempre mencionaban sobre el poco espacio destinado por la escuela para el desarrollo de las habilidades de pensar de forma creadora, como podemos constatar en las siguientes respuestas obtenidas a la pregunta: “En su opinión, el programa de la escuela secundaria ¿favorece el desarrollo y la expresión de las habilidades creativas de los alumnos?”, lo que se obtuvo fue lo siguiente:
No. Muy poco. En verdad de hecho, lo que el alumno debe hacer es aprender a usar la memoria; No, las cosas están estipuladas y el profesor se atiene mucho al libro; No. Creo que la enseñanza debería de cambiar completamente; No. No favorece porque en la escuela no hay libertad, ni para hablar con la asociación de alumnos, ni con la dirección. No tenemos libertad.

En nuestros programas con niños y adolescentes de escuelas primarias y secundarias, hemos observado que para muchos alumnos la escuela es un sitio que provoca rechazo y molestia. Al respecto se han recogido datos ilustrativos a través de ejercicios de metáforas, donde después de pasar por varios ejercicios de pensamiento creativo, solicitamos a los alumnos el completar la frase “Mi escuela es...”, algunas de las respuestas obtenidas son las siguientes:
Una prisión disfrazada; Una prisión durante medio período; Una cárcel de donde se puede escapar; Un precipicio; Un purgatorio; El poder legislativo totalmente desorganizado [en Brasil, la imagen del poder legislativo es negativa actualmente, especialmente debido a la corrupción]; El sitio más molesto que existe; Un libro que estás obligado a leer aunque no te guste; Un jardín sin flores; Una caja de sorpresas. Algunas agradables y la mayor parte desagradables; Un paraíso; El hogar que me gustaría tener; Mi segundo hogar. Aquí me siento segura de todo lo que sucede allá fuera.

Como puede observarse, la mayor parte de ellas tiene una connotación negativa, aún cuando otras presenten un connotación positiva y otras destaquen tanto aspecto positivos como negativos.
En otro estudio realizado (Alencar 1984), investigamos características psicosociales de alumnos, en dos grupos, uno más y otro menos creativo. En este estudio, estábamos interesados en investigar los rasgos de personalidad que caracterizaban las dos poblaciones, los atributos más deseados por estos alumnos, así como los intereses, aspiraciones y actitudes en la sala de clase de estos individuos. En uno de los instrumentos utilizados, solicitábamos a los alumnos el seleccionar los rasgos personales preferidos para si mismos, es decir aquellos rasgos que les gustarían que estuviesen presentes en sus compañeros, así como los atributos que más les gustaría a sus profesores que los alumnos presentasen, a partir de una relación de diez alumnos hipotéticos, que incluían el más inteligente, el más popular, el más honesto, el de mejor sentido del humor y el más creativo (este último fue descrito como el alumno que se destaca por sus ideas originales y habilidad de inventar nuevas maneras de hacer las cosas).

Los datos obtenidos indicaron que la creatividad no era una característica deseada por estos dos grupos de alumnos que preferían ser inteligentes, populares, y honestos. Se observó además que la población más creativa, prefería compañeros que fuesen creativos, aunque no desease esta característica para si misma. De acuerdo con las respuestas obtenidas de todos los niños, el alumno creativo era también uno de los menos deseados por sus maestros, que también preferían alumnos inteligentes, populares y honestos.
Uno de los datos más sobresalientes en este estudio, fue el elevado número de alumnos más creativos que se destacaron por su autoconfianza. Estamos llamando la atención sobre este aspecto, en razón que éste es un atributo de la personalidad muy importante y que debe ser cultivado y que ha sido sistemáticamente observado en sus estudios con personas que se destacan por su producción creadora. La autoconfianza —que incluye una actitud de optimismo aliada al coraje para enfrentar riesgos— es una condición que favorece un mejor aprovechamiento del potencial para crear. Consideramos este y otros atributos como el entusiasmo, la persistencia, el compromiso, la independencia, la intuición, la sensibilidad, la espontaneidad, como muy importantes de ser cultivados y deberían recibir mayor atención por parte de los agentes socializadores.

El énfasis exagerado en la reproducción del conocimiento fue un aspecto que observamos en otra investigación (Alencar 1989), en la que examinamos cuarenta libros de ciencias que eran utilizados en escuelas primarias brasileñas. En un análisis de todos los artículos y ejercicios de estos libros (alrededor de veinte mil), constatamos que más del 90% de ellos exigían la reproducción de la información y menos del 1% llevaban al alumno a procurar nuevas informaciones fuera del texto, o al hacer uso de su experiencia y observación. Constatamos además la carencia de ejercicios que exigían del alumno la producción de diversas respuestas para una cuestión y la utilización de procesos de nivel superior (como los de síntesis y evaluación).
Por otro lado hemos estudiado los obstáculos a la expresión de la creatividad. Inspirados en el trabajo de Edwards Necka (1992), en muchos de nuestros programas, encuentros y cursos de creatividad, hemos solicitado a los diferentes participantes el reflexionar sobre las barreras a su expresión creativa, completando la frase “Yo sería más creativo/a si...”. El análisis de las respuestas obtenidas a esta pregunta indicó un número muy amplio tanto de elementos de carácter social como de carácter emocional.
Somos concientes que la creatividad deberá aflorar, cuando exista un mayor equilibrio entre lo cognitivo y lo afectivo, en un ambiente que se permita ejercitar lo lúdico y fomentar el placer de crecer, crear, soñar y autorealizarse. Los trabajos que hemos realizado en distintas oportunidades, sugieren la necesidad imperiosa de hacer cambios en la enseñanza en el sentido de incluir también, dentro de sus objetivos, el desarrollo del potencial creador de cada alumno y el dominio efectivo de estrategias y métodos para pensar de manera creativa e innovadora. Esto es especialmente importante para los países de América Latina y el Caribe en este final del milenio donde las características del mundo moderno, marcado por la complejidad, por el progreso, por el cambio, por la incertidumbre, hacen más necesario que nunca el saber: Pensar, razonar, preguntar y crear.

Para que la escuela promueva de manera adecuada la creatividad es necesario asumir que es indispensable invertir en la formación docente. Como destacáramos, el docente es un elemento fundamental en todo el proceso de enseñanza: Es el que concibe el proceso educativo, es principal responsable del clima psicológico que predomina en el aula; a él le compete utilizar las técnicas y estrategias que posibiliten al alumno el tomar conciencia del poder de su imaginación y de los recursos creativos de su mente. También a él le compete fortalecer los rasgos de personalidad como la autoconfianza, persistencia, iniciativa, independencia de pensamiento y de acción, curiosidad, elementos todos que caracterizan a la persona creativa.

Por Eunice M. L. Soriano