Casi todos los seres
humanos alguna vez hemos experimentado en nuestro interior una sensación de vacío, hemos sentido que algo indefinible nos
falta para sentirnos plenos. Esta sensación de in-completitud, que parece ser
una constante presente en el ser humano desde sus orígenes, es también un
estimulo para intentar completarnos, para buscar respuestas trascendentales que
le den sentido a la existencia y paz a nuestra inquietud interna.
Buscamos sentirnos plenos y en paz a
través de muchos y variados caminos. La necesidad de obtener éxito material, de
conseguir logros académicos, de desarrollar descubrimientos científicos, de
manifestar expresiones artísticas, de adentrarnos en el mundo esotérico, de
acudir al psicoanalista y de avanzar en la búsqueda espiritual, son sólo alguno
de los esfuerzos que hacemos para darle sentido a nuestra existencia.
En este recorrer, tarde o temprano surge
la inquietud de conocernos, de saber quiénes somos y cuál es el objetivo de nuestras
vidas.
El Eneagrama, es una de las muchas
herramientas de crecimiento personal, que nos invitan a explorar en nuestro
interior. Este hermoso instrumento de autoconocimiento, no sólo sirve como una guía
para entrar en nosotros y entender la motivación de muchas de nuestras
actitudes, sino también para comprender a quienes nos rodean, sobre todo a
nuestros seres queridos, a quienes muchas veces reclamamos por actuar de tal o
cual forma, considerando que lo hacen de manera premeditada o intencional, sin
entender que todos tenemos muchas reacciones de las cuales no siempre somos
conscientes. Si bien, por lo general, he tenido cierta distancia con los
sistemas caracterológicos que pretenden clasificarnos en categorías preestablecidas
y fijadas por alguna circunstancia ajena a nuestra voluntad consciente, sea
esta la fecha de nacimiento, las líneas de nuestras manos, las letras de
nuestro nombre, nuestros rasgos físicos o cualquier otro. Al conocer el
Eneagrama me sentí inmediatamente atraída, pues al contrario de otros métodos, este nos induce a
descubrirnos y revisarnos, siendo exclusividad de cada quien reconocerse en una
de las personalidades definidas.
Estoy convencida que cada ser humano es
un Universo en sí mismo. Cada uno de nosotros tiene no sólo su particular
historia y circunstancias, sino que además es una verdadera obra de arte.
Cada persona es a la vez, lo creado y el
creador, alguien que ha mezclado, cual colores en una paleta, recuerdos,
experiencias, aprendizajes, conclusiones, limitaciones, grandezas, temores y sueños,
construyendo el maravilloso individuo que es.
Aunque nos cueste reconocerlo y
comprenderlo, somos nuestra obra magna, una obra con la capacidad de irse
recreando a diario, y que está en permanente evolución. Sin lugar a dudas, para
que un sistema caracterológico que divide las personalidades en grupos, fuese
realmente fidedigno, tendría que contemplar tantas categorías como seres
humanos viven, han vivido y vivirán en esta compleja realidad que es nuestro
amado mundo. Aún así, los seres humanos disfrutamos mucho clasificando y
analizando incluso lo inclasificable, por lo cual a lo largo de la historia de
la humanidad han existido muchos sistemas con los cuales se ha pretendido
categorizarnos, con el objeto de podernos conocer y comprender mejor. Un buen
ejemplo de esto, es el Horóscopo que describe doce tipos de arquetipos, a
través de los doce signos zodiacales.
El Eneagrama es básicamente un sistema
que define nueve tipos de personalidades, llamadas Eneatipos, cuyas
características, según expresan la mayor parte de los autores que han escrito sobre
el tema, se habrían forjado en la infancia, en los siete primeros años de vida.
A temprana edad, todos habríamos sufrido una ¨herida¨ en nuestra personalidad,
producto de alguna experiencia que nos habría tocado enfrentar. Esta herida
interna se mantendría a lo largo de nuestras vidas y sería el motor propulsor
de muchas de nuestras acciones y reacciones.
Si bien esta visión bastante determinante
de lo que el ser humano es, es usada por una buena parte de los autores de
libros que tratan sobre el Eneagrama, también es cierto que no sólo somos lo que
se forjó en nuestra más tierna edad, los seres humanos nacemos con una carga
genética y, posiblemente, también traigamos registros de vidas anteriores que
nos llevan a reaccionar de diferentes maneras, ante estímulos similares. En
cualquier caso, escudarnos en nuestra niñez para justificar nuestros actos,
puede en realidad hablarnos de lo poco que hemos crecido y madurado con los
años o, quizás, de las pocas ganas que tenemos de dejar atrás nuestras limitaciones,
las cuales preferimos usar como excusas para no cambiar.
Según mis creencias cada persona es el
dios creador de su vida, cada vida es una aventura y cada aventura es sagrada, pues es la manifestación
suprema de Dios Creador a través de esa persona.
No hay vidas más valiosas ni seres
humanos más interesantes, cada uno de nosotros es el personaje de una hermosa y
especial novela digna del más talentoso guionista. Nuestra historia es parte
de este guión, pero en modo alguno una
prisión que nos atrapa.
Si bien el Eneagrama nos sirve para
reconocer nuestra forma automática de reaccionar ante la vida, es difícil
identificar el momento exacto en que concluimos (inconscientemente) que este modo
de reaccionar nos podía ser útil para algún fin. Pudo haber sido algún suceso
en la infancia, la influencia de alguna o ambas figuras parentales, algo
grabado en nuestros genes al momento de nacer, alguna vida pasada que quedó
registrada en nuestra aura, o con toda probabilidad, una mezcla de todas esas
causas.
Como sea, la mayor parte de nosotros no
tiene claridad ni conciencia del momento ni de la forma en que se cimentó su personalidad
o forma de comportarnos. Pero todos, a través del autoconocimiento y el
crecimiento personal, tenemos la posibilidad de cambiar, ya sea incorporando a
nuestra personalidad rasgos que habíamos mantenido negados, o bien, aceptando
aspectos nuestros que no nos gustan y expresándolos de manera libre y consciente,
de modo que sean armónicos con la elección de expresión que nuestro Ser escoge
para manifestar en nuestras vidas. Al contrario de la Astrología, disciplina
que está supeditada a la fecha, hora y lugar de nacimiento, y que por su
complejidad, requiere la intervención de un experto que interprete nuestra
Carta Natal, el Eneagrama es un camino de autoconocimiento que debe ser
recorrido personalmente: podemos recibir sugerencias y escuchar a los demás,
pero sólo el estudio de cada Eneatipo y el examen de sus características en
nuestra personalidad, nos ayudará a reconocer que número somos.
El Eneagrama es una invitación a mirar el
resorte motivador de nuestras acciones, reacciones y elecciones, tomando
conciencia de ellas y a partir de esta toma de conciencia sentirnos en libertad
de escoger quienes queremos ser, dejando de ser personas programadas y
definidas por nuestras circunstancias. Quiero insistir en que este instrumento,
más que una cárcel que aprisiona encasillándonos en un número, puede ser una
oportunidad de conocernos, que nos lleve de la inconsciencia a la conciencia y que
nos permita liberarnos de las ataduras que nos amarran.
Cuando comencé a leer sobre el tema, creí
importante entender cómo se originan los nueve Eneatipos, de ahí que la teoría
del cerebro trino que expongo más adelante, me pareció tremendamente atractiva
a la hora de comprender cómo se generan las nueve personalidades.
Después de un tiempo de estudiar el
Eneagrama y de trasmitir lo que había aprendido en algunos talleres y grupos,
un día me pregunté si acaso existiría una relación entre esta hermosa herramienta
y la Misión
Álmica de cada Eneatipo. Entendiendo por Misión Álmica, la misión que cada uno
de nosotros tendría que cumplir, para conseguir sentirnos como seres humanos
plenos que viven una vida con sentido.
A punto de quedarme dormida un día
cualquiera, la respuesta llegó desde mi interior:
Tres son las Tríadas del
Eneagrama:
Acción, Emoción y
Pensamiento
Tres los componentes de la Energía Divina:
Poder, Amor y Sabiduría.
Así, consideré muy interesante relacionar
las tres Tríadas del Eneagrama con los tres componentes de la Energía Divina.
Podemos relacionar la Tríada de la acción con la
energía del
Poder; la Tríada de las emociones con
la energía del Amor; y la
Tríada del pensamiento con la energía de la Sabiduría, y a partir de
ello, concluir que cada Eneatipo tiene una Misión Álmica que desarrollar en su
vida.
Esta misión, corresponderá al aprendizaje
que significa desarrollar en esta vida uno de los componentes de la energía
divina. De acuerdo a esto, podríamos suponer que existirían fundamentalmente
tres aprendizajes álmicos. Algunos seres vendrían a aprender a amar, otros a
aprender el poder, entendido como la energía que nos permite concretar lo que
nos proponemos, y un tercer grupo que vendría a adquirir sabiduría.
Poder, Amor y Sabiduría se unirían para
impulsar la creatividad que es la esencia de Dios Creador.
El Eneagrama como camino
espiritual nos invita a descubrir y a conectarnos con nuestra misión de alma,
reconociendo que cuando nuestro ser exterior se aleja de su propósito interior,
se produce una incisión que nos provocará sufrimiento mientras no logremos
alinearnos con nuestra verdadera esencia, manifestando nuestra plenitud interna
a través del desarrollo de nuestra misión álmica.
Existen muchas corrientes de acercamiento
al Eneagrama, algunas más duras que trabajan principalmente en la sombra, que equivale
a aquellos aspectos de nuestra personalidad más ocultos y desconocidos. Otras
más livianas, que basándose en manifestaciones externas de la personalidad,
suelen presentar atractivos test para identificarnos, y las hay también
religiosas, que fundamentan este conocimiento en los pecados capitales.
En este libro he tomado un poco de aquí y
de allá, relacionando cada una de las tríadas con sus misiones álmicas. Su
contenido permitirá al lector principiante adentrarse en este entretenido sistema,
complementándolo con el énfasis espiritual que las personas en busca de sentido
comprenderán.
El sentido es el tema
principal de mi vida, lo fundamental e importante; lo que me afecta a mí
principalmente como persona,
lo que me atañe
directamente,
lo que me hace querer
existir,
de lo que mi corazón
quiere y puede depender,
lo que da sentido a mi
vida,
lo que me llena, lo que
me conforta,
por lo cual nadie me
puede representar,
aquello por lo que me unifico
conmigo mismo.
Victor E. Frankl.
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