Libro "Las puertas de la Percepción"


“Si las puertas de la percepción
quedaran depuradas,
todo se habría de mostrar al hombre
tal cual es: Infinito” 
(William Blake, Matrimonio entre el cielo y el infierno)

Desde los tiempos de la industrialización, el mundo occidental –y en ciertas partes, el oriental también- ha ido ampliando la utilización de la técnica fabril como el modo de producción más eficiente en términos de cantidad. Desde aquella época, el hombre comenzó de cambiar de rumbo en los ámbitos de la producción: ya se comenzaron a dejar atrás los oficios de los artesanos medievales para favorecer una producción masiva gracias a la potencialización de la industria y la fábrica. Esto en una dimensión económica.
            En una dimensión social, el hombre, al ver las potencialidades del poder industrial, comenzó a creer en la fuerza de razón, entendiendo esta como motor de la historia y del desarrollo para alcanzar la felicidad del hombre. En síntesis, el hombre empezó a dejar de ser un hombre y comenzó a convertirse en un engranaje. Ocurrió lo que Ernesto Sábato advirtió en sus libros de ensayos: el hombre se cosificó. Sumando la fuerte fe en la racionalidad y la cosificación del hombre, el habitante occidental del siglo XX terminó olvidando los valores fundamentales de la condición humana, olvidó sus místicas, olvidó a sus dioses antiguos por el nuevo Dios de la ciencia… todo por producir a mayor cantidad por el menor costo posible.

            Sin embargo existen voces que nadan contra la corriente y manifestaron en el mismo siglo XX su descontento con esta deidad industrial. En Latinoamérica, el propio Sábato en gran parte de sus libros de ensayo manifestó el terror de vivir en el mundo de la tecnolatría. En Norteamérica y Europa, el movimiento hippie, entre otros, destacó por volcar la vida hacia una experiencia más espiritual, en donde el hombre recobrara viejas tradiciones místicas en donde el contacto con las deidades era parte de la vida común. Así nace una masificación en la utilización de drogas alucinógenas.

            En Las puertas del percepción, el escritor ingles Aldous Huxley, conocido por el libro Un mundo feliz, se somete voluntariamente a una prueba con mescalina, que es el principio activo del peyote, un cacto (o cactus) que nace en las zonas desérticas del norte de México y el sur de Estados Unidos y que servía como deidad para los pueblos indígenas de la zona. En este libro, el autor relata gran parte de lo que recuerda haber experimentado en aquella prueba, mostrándole o enseñándole más bien al lector las vivencias sensoriales que sintió bajo el efecto de la mescalina. A partir de esa experiencia, Aldous Huxley se sirve para reflexionar acerca de la experiencia, de los principios sensoriales de nuestros sentidos, de la función eliminativa de nuestro cerebro (que en pocas palabras, va desechando aquella información que no es relevante para ciertas situaciones), acerca de la esencia, etc.




            El libro está escrito en un solo gran capitulo, que nace con una pequeña historia acerca de las investigaciones que se han hecho sobre el peyote para concluir con el diagnóstico frio y desolador que sentencia: a pesar de todo, existen muy pocas evidencias investigativas al respecto. Por lo mismo, decide el mismo ser conejillo de indias para el caso.

            Las puertas de la percepción muestra a un Aldous Huxley maduro, ya que bajo cada experiencia relatada hay una reflexión acerca de lo que evidencia con la mescalina en su cerebro. Reflexiones abundan, pero para el caso de esta reseña solo deseo detenerme en una que está en las paginas iniciales del libro, que además tienen relación con la introducción hecha en este mismo documento. Cito:

  “Por lo que había leído sobre las experiencias con mescalina, estaba convencido por adelantado de que la droga me haría entrar, al menos por unas cuentas horas, en la clase de mundo interior descrito por Blake y A. E. Pero no sucedió lo que yo había esperado. Yo había esperado quedar tendido con los ojos cerrados, en contemplación de visiones de geometrías multicolores, de animadas arquitecturas llenas de gemas y fabulosamente bellas, de paisajes con figuras heroicas, de dramas simbólicos, perpetuamente trémulos en los lindes de la revelación final. Pero no había tenido en cuenta, era manifiesto, las idiosincrasias de mi formación mental, los hechos de mi temperamento, mi preparación y mis hábitos” (p.16)
         
Lo que confiesa en el párrafo citado Huxley es muy decidor respecto a lo occidental, a lo sagrado y la mística del hombre. Entre líneas nos está diciendo que no vasta tener el poder adquisitivo de una droga alucinógena para comenzar a ver vaivenes de figuras con cargas simbólicas y arquetipos del tipo jungueanos. No basta con la droga sino que también con la creencia y con la tradición mental propia de cada persona. Por ejemplo, el chamán, figura típica de las sociedades arcaicas que basaban su vida en la adoración a sus dioses, comúnmente recurría a plantas alucinógenas que le permitieran tener un contacto con el mundo sagrado y así interpretar los designios de los dioses. En este caso, el chaman es una figura que vive su religiosidad a lo largo de su vida, que su sociedad esta construida en base a la distinción entre lo sagrado y lo profano; por lo que su tradición conoce y acepta su condición como homo religiosus (termino utilizado por el historiador de las religiones Mircea Eliade para definir al hombre que basa su existencia en la dualidad entre lo sagrado y lo profano). Entonces, al momento de recurrir a una droga alucinógena, la experiencia que va a vivir la interpretará al modo que su tradición ya le ha determinado; muy al contrario de lo que le ocurrió al propio Huxley, quien terminó experimentando situaciones mucho mas domesticas y “profanas” de las que él esperó. No menos espectaculares por cierto.


            Este tema es muy amplio, y recorre una variedad extrema por lo vasto de ella. Por lo mismo, se corre un riesgo seguir comentando un tema que puede provocar variadas opiniones sobre la deidad, el hombre, la sociedad, etc. Este libro es además un libro con historia, ya que según dicen, Jim Morrison, el legendario cantante del grupo The Doors, en su juventud habría leído este libro, y la cita que da inicio al mismo (que corresponde a un poema de William Blake) habría sido la inspiración para bautizar al grupo con el nombre que ya todos conocemos: las puertas.


Si las puertas de la percepción se depurasen, 
todo aparecería a los hombre como realmente es: infinito. 
Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver 
todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna. 
William Blake


            Antes de terminar debo advertir algo: generalmente recorro muchas librerías, y hasta donde he podido ver, es un libro ya muy escaso de encontrar. Lo bueno es que es muy fácil de encontrar en internet, por lo que se recomienda a ojos cerrados buscar tal libro y comenzar a abrir las propias puertas de la percepción