¿Educar en Creatividad?


Entrevista a Ricardo Santillán Güemes - Realizada por Fernando De Sá So

Desde hace seis o siete años viene dictando la materia “Metodología y Teoría de la Investigación Creativa” en los dos primeros años de la Tecnicatura en Gestión de Políticas Culturales (Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Sobre esta experiencia se fue construyendo este diálogo:

Parafraseando tu libro ¿Se puede hablar de Educar en Creatividad?
Como tú bien sabes en nuestro libro creamos un neologismo que es “culturar” y decimos que desde que el humano es humano, animal simbólico diría Ernst Cassirer, es imposible no “culturar”. Hagamos lo que hagamos accionamos en el seno de un determinado paradigma y contexto cultural que, por supuesto, tiende a condicionarnos al pautarnos las buenas formas de hacer, decir, pensar, valorar y sentir.
En este sentido es evidente que toda acción educativa (formal, no formal, informal) es una construcción socio- histórica y, por lo tanto, en un sentido amplio: cultural. O, dicho de otra manera, la educación es siempre emergente de una cultura entendida ésta como una forma integral de vida que es creada histórica y socialmente por una comunidad a partir de su particular manera de resolver física, emocional y mentalmente las relaciones que mantiene con la naturaleza, consigo misma, con otras comunidades y con lo que ella considera “trascendente”, para dar continuidad y plenitud de sentido a la totalidad de la existencia.
De alguna manera lo que trato de decir es que todo sistema sociocultural y educativo tiende a ser conservador lo que, obviamente, da seguridad existencial a sus miembros. De allí que, por lo general, los modelos culturales tiendan a ser cerrados y, por ende, a cerrarnos. A valorizar y reproducir determinadas pautas y no otras.
Justamente en un espacio cultural como el contemporáneo que se caracteriza, más acá o más allá de la tan mentada globalización, por ser heterogéneo, complejo y cambiante el gran desafío es desarrollar no sólo en el campo que nos atañe, la gestión cultural, nuevas estrategias que faciliten la apertura creativa de esos modelos.
En este sentido creo que, en principio, hablar de Educar en Creatividad, suena a ambicioso pero sí estoy persuadido de que el sistema educativo, por lo menos en la Argentina, debería ir incorporando metodologías más creativas en toda la curricula y, de esa manera, promover la personalidad creadora de los educandos.
Acciones que tiendan a desarrollar, junto con la conciencia crítica, aquellos aspectos que aún hoy son bastante negados en Occidente como ser lo afectivo, la imaginación, lo sensorial y sensible, lo artístico.
Todo esto en función de apuntalar la integralidad de lo humano lo que biológicamente hablando se sintetizaría en la complementación funcional de los hemisferios cerebrales. Si me permites una licencia el objetivo sería formar “Caballeros y Damas del Cuerpo Calloso”.
Dicho de otra manera: ¿se enseña a crear? ¿se ayuda a crear? o ¿se enseña a aprender a crear?
Me inclino más que nada por última opción lo que significaría enseñar a crear las mejores condiciones para que emerja la creatividad en el ámbito que sea. Esto implica no ser “verticalista” en el sentido de decir “así se crea” y, en consecuencia, “así no se crea”.

La enseñanza en este campo tiene más que ver, diría Rodolfo Kusch, con un crecimiento “vegetal”. Con regar las semillas de creatividad que, no me cabe duda, todos tenemos.
Eso justamente y según el citado filósofo y antropólogo, significa “desarrollo”: el despliegue de potencialidades que ya están y que, en el campo de lo cultural, mucho tiene que ver con la construcción de identidades plenas o, dicho de otra manera, de personas integradas en el seno de comunidades también integradas. Y, además, con la construcción mancomunada de formas de vidas más dignas, justas y creativas en el seno de comunidades plenas de sentido.

¿Cómo se diseña ese trabajo en un tiempo que abarca dos años académicos?. Y, en todo caso ¿cómo se adapta esto al ritmo de cada cual?

Partimos de la base de que la finalidad de todo proceso educativo es la formación humana integral. Por lo tanto, a mi entender, la formación de gestores culturales también debe ser “total” y, por ende, incluir la expansión desde lo físico, lo emocional y lo mental. Y nada mejor para lograr este objetivo multidimensional que la aplicación de las técnicas que se utilizan en el campo de la creatividad.
El primer año académico se centra más en la persona y en la exploración, reconocimiento y despliegue de su propio potencial creativo. Además de entrenarse en la práctica de ejercicios propios de la “tradición” creativa ponemos el énfasis en explorar, inspirados en Eduardo Pavlosky, las matrices de la creatividad que, según dicho autor, se hallan en el juego y, más que nada, en el cómo jugamos en nuestra infancia y cómo lo seguimos haciendo (o no) en el presente.
Para ello hemos diseñado un trabajo práctico al que denominamos “La autobiogragía lúdica” y que se va trabajando y desplegando en diferentes etapas. Por un lado los alumnos deben dar cuenta de cómo, a qué, dónde, cuándo y con quién/es solían jugar. Por otro lado esa información se transmite al grupo a través de distintos formatos lo que posibilita el poner en práctica distintos tipos de técnicas y juegos dramáticos. Una última etapa se centra en el hecho de reflexionar sobre la relación entre jugar y gestionar. Obviamente acá aparece claramente el cómo, al jugar, se deben articular múltiples elementos culturales tanto materiales, como de organización, cognitivos, simbólicos y emocionales que son claves a la hora de gestionar o plantearse un proyecto.
El otro ejercicio relevante en el primer año académico es una variación de lo que algunos llaman “Paseo al Futuro”. Se trata de la creación por escrito pero incluyendo distintos formatos y géneros de una “Biografía apócrifa de un gestor cultural en su madurez creativa en el año 2030”. Para concretarlo deben poner en juego muchos saberes propios y otros adquiridos en la carrera.
En este ejercicio deben conectarse y explorar creativamente en función del personaje y el contexto imaginado los seis componentes básicos de la creatividad: la persona creativa, el clima, el proceso, el o los productos (tangibles o intangibles), el campo (posicionamientos y fuerzas culturales en juego) y lo que Mihaly Csikszentmihalyi denomina el ámbito y que, mi entender, implica tener en cuenta la problemática del poder en un campo tan sensible como es el de la gestión cultural.

Durante el segundo año académico el énfasis se pone, por un lado, en la creatividad social y en el relevamiento concreto de experiencias de ese tipo desarrolladas más que nada por los sectores de menos recursos económicos y por el llamado Tercer Sector en general. Por otro lado propongo un trabajo de confrontación, en el sentido grotowskiano, de su propio modelo creativo de gestión con el de una persona que ellos consideren como un gestor/a cultural creativo/a. Esto se mediatiza con la realización de entrevistas que luego son procesadas a través de distintas técnicas. Por último deben diseñar un “proyecto ideal de gestión” que sea factible de ser llevado a la práctica.
En grandes líneas estos son los principales ejes del trabajo los que se complementan de manera constante con el entrenamiento en diferentes técnicas pertenecientes a distintas escuelas y que apuntan más que nada a ampliar el dominio relacional del gestor cultural a través de la constante exploración y experimentación; a promover el descubrimiento y a no tener miedo a la innovación; a la ruptura y la actualización de nuestros modelos. Por supuesto que para nada dejamos de lado las implicancias ético sociales de la tarea del gestor y la problemática de los valores que se ponen en juego en todo proceso de gestión cultural.

Si tuvieras que acreditar el resultado más importante que se lleva el estudiante ¿como lo definirías?

En un nivel general en el hecho de haber aportado un pequeño granito de arena en pos de lo que Abraham Maslow denomina "autorrealización, salud, sinergia social y plena humanidad". En lo específico y en función de lo dicho al principio en haber colaborado en la apertura del modelo cultural que trae el alumno que, luego del tránsito por los dos años, se vuelve más flexible y predispuesto a operar integralmente desde lo físico, lo emocional y mental.
Otro aspecto nada despreciable es el intercambio y el afianzamiento de lo grupal. El hecho de compartir e incluso de reflexionar críticamente pero sin desdeñar el humor y el clima festivo (fuente de creatividad). Y, además, el despliegue de virtudes, algunas “desconocidas” por el propio sujeto, que redundan en el desarrollo de la excelencia profesional

Y a la inversa, ¿cuál es la dificultad pedagógica más importante que has encontrado a lo largo de estos seis o siete años de experiencia como docente en creatividad?

Más que nada el bloqueo que, por lo general, tienen aquellos que no están dispuestos a jugar. Por lo general coincide esta característica con el hecho de que suelen ser personas muy instalados en el pensar, en este caso crítico pero unilateral y que por lo tanto les cuesta mucho aceptar y poner en funcionamiento más que nada el sentimiento y la intuición, otra gran clave de la creatividad.

Todas las teorías sobre creatividad parten de la hipótesis de que toda persona es creativa. ¿Se verifica esto en el proceso de aprendizaje? o, dicho de otra manera, ¿hay personas cuya creatividad "no aparece" en el proceso aúlico?

Esto tienen mucho que ver con la pregunta anterior. El gran tema es respetar las individualidades y sus formas de procesar la realidad. En este sentido cada cual a su manera amplia algo de su modelo y, a la larga, la creatividad aparece aunque sea fortaleciendo esa “franja” de la personalidad. Esto significa que sea como fuera los objetivos de la materia se cumplen. Si me permites otra licencia y retomando aquella frase de Aldous Huxley que dice que “somos víctimas y beneficiarios de nuestra propia cultura” creo que el resultado final es que, de una forma u otra, terminan primando los beneficios. Y eso es más que importante y para mí, como docente, muy satisfactorio.

“Abrir el modelo cultural que trae el alumno” y “…el afianzamiento de lo grupal… sin desdeñar el humor y el clima festivo…” parecen ser los valores agregados de incorporar a la curricula académica un taller de técnicas de investigación creativa como el que dirige Santillán Güemes. La clave metodológica está en el encuadre teórico del proyecto: favorecer la propia construcción creativa del alumno sin “verticalismos”.