Manifiesto del Dragón



Uno:

Existe, en la actualidad, bastante acuerdo en considerar a la creatividad y la innovación como importantes factores de la formación personal y profesional; pero no parece existir una comprensión suficiente de los múltiples aspectos implicados en estos fenómenos.

Tanto la creatividad como la innovación son capacidades humanas presentes de variadas maneras, en cada persona y en todos los grupos y culturas. Sin duda, equivalen a poderosas herramientas para plantear y resolver problemas, diseñar el presente y pensar en el futuro. Justificadamente se han convertido en objeto de especial atención, para un campo de investigación y de aplicación práctica a la vez extenso y sugerente, constituido con aportes de personas de muy variada orientación disciplinaria.

Son el centro de preocupación de personas tan distintas como educadores, científicos, artistas, políticos y empresarios, entre otros. Con seguridad se trata de un interés de límites amplios, dado que finalmente tanto la creatividad como la innovación están vinculadas con todos los aspectos de la vida psicológica y social. Ambos conceptos se relacionan con los avances tecnológicos, las obras de arte, las teorías científicas y otras manifestaciones equivalentes; pero también se vinculan al autoconocimiento, el desarrollo personal, la habilidad comunicacional y el manejo de conflictos interpersonales. Ambos se encuentran en la actividad pública y la privada, en la vida cotidiana, en el mundo profesional, en los negocios y en la política.

Cuando se asumen en toda su dimensión e importancia, configuran una forma de pensar, de sentir y de relacionarse con los demás. En una palabra, corresponden a una manera de estar y actuar en el mundo.
Las fronteras de estos fenómenos, en términos conceptuales, no son precisas, y cada intento por definir un espacio de preocupación más discreto, va siempre seguido de otros tantos intentos por demostrar nuevas relaciones con diferentes aspectos de la experiencia humana. Es típicamente un asunto del cual puede decirse que requiere un tratamiento multidisciplinario.

Dos:

Creatividad e innovación son conceptos que pertenecen a la misma familia; en muchos aspectos se parecen, pero también presentan algunas diferencias. Según una propuesta nacida hace unas décadas en la Creative Education Fundation, la creatividad es tener una idea nueva y útil, mientras que la innovación es la implementación concreta de esa idea nueva y útil. Esta distinción llevó, más adelante, a decir que la innovación es creatividad aplicada.

Este esfuerzo de conceptualización y de síntesis, sin embargo, nunca tuvo un destino favorable. Sin ser completamente inexacto, resulta muy parcial; en particular por el alcance atribuido a la creatividad, que aparece reducida sólo a la producción abstracta en el plano de las ideas, alejada de la realización, y completamente subordinada a la innovación, que ha sido ubicada en un nivel pragmático. En los hechos, ambos términos se han utilizado de manera bastante más libre, frecuentemente en forma indistinta, y comúnmente asociados a numerosos significados no incluidos en esta distinción. Además, suele ocurrir que diferentes especialistas prefieren uno u otro vocablo según su formación profesional: los psicólogos y profesores, por ejemplo, prefieren hablar de creatividad, y los ingenieros y empresarios se inclinan por la innovación.

Una forma de ordenar este cuadro, bastante cercana a criterios de común aceptación, es la siguiente:
Creatividad es la capacidad para relacionar o combinar elementos conocidos, a fin de lograr resultados originales y relevantes. Dado que toda creatividad parte de lo conocido, equivale a una manera provechosa de utilizar lo que tenemos, de hacer un uso infinito de recursos necesariamente finitos.
Innovación es una realización efectiva que produce un cambio en un sistema, con el propósito de mejorar y perfeccionar algún aspecto de su estructura, contenido, funcionamiento u otro aspecto. De este modo, innovación es siempre un cambio definido como positivo y ejecutado en forma efectiva y consciente.

El proceso creativo conduce siempre a algún tipo de resultado, ya sea un objeto o una idea. Una proposición sigue siendo creativa aun cuando no llegue jamás a ejecutarse. La variedad de resultados creativos posibles es muy amplia: puede ir desde un concepto, la definición (o redefinición) de un problema o una actitud, hasta un objeto material como un invento o tecnología. La innovación es ante todo un cambio positivo, un cambio deliberado y un cambio efectivo. En una palabra, innovar es cambiar algo para que responda mejor a necesidades definidas, para que refleje en mayor medida determinadas aspiraciones, para que aporte más satisfacción. El proceso creativo es en extremo sinuoso, desarrollado a veces con premura y lleno de elementos emergentes que pueden provocar modificaciones del rumbo no previstas con anterioridad. La innovación normalmente exige una decisión previa, una planificación, un conjunto de recursos definidos, y hasta un sistema de evaluación. En la actividad creativa, la originalidad es un factor muy variable, porque depende del contexto y de la experiencia de las personas comprometidas; sin embargo, siempre tiene un rol importante. Por el contrario, en la innovación la originalidad puede no tener valor, como ocurre en aquellos casos en que se implementa un cambio probado en otro lugar y trasplantado a un sistema distinto.

Como sea, más allá de estas distinciones, lo central es destacar que no podría existir innovación de ningún tipo, si no se generan previamente ideas suficientemente provocativas y estimulantes. Sólo una buena idea, nacida de la capacidad para problematizar la realidad, da lugar a proyectos de innovación.

Tres:

La creatividad y la innovación se ponen en marcha como respuestas frente a los problemas, desafíos y oportunidades, que las personas y grupos perciben o descubren. El reconocimiento de una falla o una insuficiencia pueden bastar para desatar estos procesos. La incomodidad generada por una situación insatisfactoria, las inevitables preguntas, la tensión impuesta por la falta de armonía, la simple imperfección, las provocaciones de la fantasía, la fuerza de la duda, el descubrimiento de una opción, dan vida a un movimiento que se manifiesta ante todo como búsqueda de nuevas conexiones entre elementos conocidos. En ausencia de un cierto espíritu crítico o, al menos, de un sentimiento implícito de insatisfacción, difícilmente emergerá la creatividad. Sin embargo, la creatividad también puede troncharse si se la recibe con críticas destructivas o bien inoportunas.

Precisamente, uno de los factores que explica la destacada importancia que se le atribuye actualmente a la creatividad y a la innovación, surge de la necesidad de dar respuesta a nuestros problemas más graves y obstinados. Existe una extendida conciencia en el sentido de que, si se desea generar nuevas posibilidades, ya no podemos confiar en el recurso fácil de multiplicar lo que tenemos o acelerar lo que estábamos haciendo.

La sensibilidad a los problemas es un punto de partida de los procesos creativo-innovativos. En una situación determinada una persona observará muchos problemas, mientras que otra no advertirá ninguno. Los problemas no son objetivos, no se plantean para cualquiera de la misma manera. No son entidades concretas o realidades físicas que se impongan por su propio peso. El modo como se formulan los problemas expresa siempre la particular orientación que las personas, grupos o sociedades tienen hacia la experiencia. Este es un factor clave que explica la búsqueda de nuevas soluciones. Sólo una mirada crítica, acompañada de una cierta insatisfacción, animada por deseos de superación y una cuota de perseverancia, dan lugar a los procesos de búsqueda.

En la actualidad ha ganado terreno la expresión espíritu emprendedor, o simplemente emprendedor, para representar un conjunto de disposiciones que reflejan una activa apertura hacia la experiencia, unida a una gran capacidad realizadora. El sujeto emprendedor, en este sentido, es aquel que considera el mundo que lo rodea como algo que jamás alcanza su forma definitiva, de manera que siempre ofrece espacio para nuevas proposiciones y acciones. Este concepto surgió desde el ámbito de los negocios, en donde se define como alguien que dedica tiempo y esfuerzo para crear algo diferente, con valor, asumiendo los riesgos involucrados, con el propósito de lograr resultados satisfactorios, en términos personales y monetarios; pero actualmente se lo utiliza de manera amplia, sin restringirlo a ningún ámbito de actividad.

Cuatro:

La creatividad entendida como forma de pensar, de sentir y de relacionarse con los demás y como instrumento de generación de futuro, nos abre un abanico de niveles de aprendizajes implicados en el desarrollo de estrategias creativas.

Aprender creatividad implica desarrollar destrezas en la creación de contextos que estimulen y fortalezcan la creación de nuevas ideas y practicas; supone incorporar conductas y estrategias de procesamiento de información, que permitan transitar con efectividad desde un marco problema a uno, de opciones y soluciones.

Thomas Edison decía que el proceso de invención es “un 1% de inspiración y un 99% de transpiración”. La implicancia de esta afirmación es que la actividad más creativa de hecho implica un proceso que tiene estructura y requiere organización y la mantención de un esfuerzo constante. De diferentes formas se piensa, sin embargo, la creatividad no es un regalo misterioso que se tiene o no, en vez es un conjunto de habilidades que pueden ser transferidas y administradas sistemática y explícitamente. Ciertamente, el desarrollo y administración de los procesos creativos tienen su propia unicidad como problema y como hecho.

La gente creativa generalmente no está consciente de sus estrategias, de las estrategias que ellos utilizan para crear. Es bien sabido el hecho que las cosas que mejor hacemos las hacemos inconscientemente. No estamos conscientes de toda la sofisticación computacional y programas que transitamos cuando manejamos un auto, elegimos desde un menú, o aún mantener nuestro balance en la medida que caminamos en la calle. Sabemos que lo hemos aprendido de alguna manera bien, lo realizamos sin tener que pensar conscientemente sobre lo que estamos haciendo.

Aprender creatividad supone ampliar los niveles de auto conocimiento de manera de aprehender las estrategias que operan en la forma propia de relacionarse con la realidad y crear nuevas opciones. Aprender de los recursos ya existentes en nuestro sistema, aprender de lo que funciona bien. Y al mismo tiempo, aprender de estrategias modeladas de otros, estrategias creativas que se traducen en tecnología aplicada al campo de la creatividad.

Fuente: Ricardo López y Jessica Riveri

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